Los tertulianos televisivos, me imagino que como los de todos los demás medios de comunicación, son monocordes. El otro día, en un programa de limita la intervención de cada compareciente a unos segundos, les oí referirse a la corrupción, a la que calificaron de problema de Estado, que es lo que hizo fijar mi atención en ellos.
Por fin, exclamé asombrado ante semejante afirmación, pero cuando aún no había terminado de exhalar el suspiro de mi sorpresa, tuve que recoger el campamento, pues de inmediato alguien, alguno de ellos, habló de la Ley de Transparencia que ha anunciado el “Capo Rajoy”; y todos siguieron la misma senda como el rebaño sigue al pastor.
Estos tertulianos son especialistas en aterrizajes sobre vaselina, acróbatas del “pim-pam-pum” que organizan con el “y tú más” y cosas semejantes con las que entretienen amablemente la candorosa ánima de la ignorante, a la que tienen convencida de que sólo los partidos son la democracia.
Esperé un instante antes de hacer “zapping”, pues alguien se refirió la falta de control; fue inútil, se refería a los ayuntamientos y al ladrillazo, y alguno, con pose de mahatma, que es la misma de las estampas de santos con las palmas de las manos hacía arriba y la cabeza levemente ladeada, nos perdonó la vida a todos al reflexionar sobre la maldad que supone generalizar la corrupción, pues a él le constaba, y asintieron todos los demás, que la mayoría de los políticos son honrados. Refiriéndose a la sentencia de Jaume Matas, no les dolieron prendas a ninguno al reconocer que también entre los periodistas puede haber corruptos, fue el apósito que se pusieron antes de recibir la pedrada de corporativistas.
Concluí rápidamente la aventura, a la mano que sostenía el mando a distancia, de forma refleja, se le fue el dedo de cambiar de canal, y caí en uno de documentales. Pronto apreté el botón de apagar preguntándome si, estos tertulianos son seleccionados por los servicios de propaganda del Estado, si acaso son adoctrinados previamente sobre lo que tienen que decir y, fundamentalmente, de lo que nunca deben hablar, o simplemente se trata de malintencionados e interesados en percibir la “dieta” de asistencia tras una faena de aliño que finalizan con el bajonado que les asegure su vuelta a al mismo albero cada semana.
Tal difícil es reconocer, me preguntaba yo para mis adentros, que la corrupción generalizada e institucionalizada que sufrimos es connatural al régimen partidocrático. Que por mucha ley de transparencia u otra bobada semejante que se invente el “Don Rajoy” en consenso con el “Capo Rubalcaba” no van a cambiar los hábitos de sus respectivas “Mafia” o “Camorra” partidocráticas.
Claro que no hay controles, no existen controles administrativos ni judiciales eficaces y efectivos; tampoco hay controles políticos, y menos aún que esos controles políticos inexistentes puedan adquirir la categoría de democráticos. El régimen es así. La irresponsabilidad política es patente y los corruptos son amparados por sus propios partidos, cuando no ensalzados por su “Don” o su “Capo” respectivos.
De que nos puede servir que sepamos lo que gana cada político, si el “comboluto” siempre se oculta. Es inútil que a los expedientes de contratación se pongan a disposición del personal en la oficina administrativa, si las trampas se convienen en los despachos, y últimamente hasta en las gasolineras. De que nos puede servir la transparencia si el régimen es y seguirá siendo opaco como opacos son los intereses que ventila siempre lejos de la luz y sin taquígrafos.
De que nos sirve la anunciada transparencia si todo Cádiz propinó al “Capo di Tutti” una ovación de varios minutos en la Iglesia de San Fernando, tras reconocer que el pueblo había estado entonces (1812) muy por encima de los gobernantes (¿Se referiría al Felón?) o que el “Capo Rajoy· dijera que los “constitucionalistas” de Cádiz –por constituyentes- había demostrado inteligencia y valor; si por todo Cádiz los medios de comunicación se refirieron a las centenas de “paniaguados” de la partidocracia, reunidos en la Iglesia de San Fernando celebrando un acto de homenaje, no a los constituyentes de 1812 ni al fruto escrito del desamparo y traición del “tatarabisabuelo”, sino a quien hoy les asegura que la partidocracia estará siempre muy alejada de los españoles, para que sólo les puedan ver la silueta en el horizonte.
Tan lejos que, a pesar del hercúleo esfuerzo de los monocordes doctrinos mediáticos, se van a quedar solos, pues este país, aunque renqueante y paticojo, ya camina por su cuenta y al compás entona un “tiritritrán, tran, trero” con el que engaña al hambre y a la miseria que le regala la alejada y opaca partidocracia.
Y es que a la democracia se llega, mas que nada, por necesidad y a la República constitucional por convicción y amor a la libertad. Digo.
José María de la Red Mantilla.