(Foto: jam343) A diestro y siniestro Hace unos días, un grupo de docentes “cavernarios” y “fascistas” -así nos vienen calificando los adalides del pensamiento educativo políticamente correcto- presentamos en Internet el Manifiesto de Maestros y Profesores *. La repercusión, como cabía esperar, ha sido más bien escasa, a pesar de que sus promotores no están escatimando esfuerzos para que el texto llegue a los últimos rincones del ciberespacio. El Manifiesto posee, al margen de su contenido, una virtud: ha sabido reunir en un mismo ideal, expresado sin tapujos en la necesidad de un cambio radical del sistema de enseñanza, a personas de muy distinto pelaje ideológico, y se ha convertido, sobre todo, en un ejemplo más -aunque parezca increíble, existe más de uno actualmente- de que aquellos particularismos de los que hablaba Ortega, o ese mito cainita que los medios de desinformación del régimen se esmeran en resucitar, son perfectamente superables cuando un mismo afán guía variadas y valientes inteligencias. Si el Manifiesto se difundiera masivamente, por primera vez en mucho tiempo se podría obrar el milagro de la desvinculación partidista, de la desobediencia civil en un ámbito, el de la enseñanza, que tradicionalmente ha demostrado una repugnante docilidad.   Por ello, ahora debemos estar preparados para lo que se nos viene encima, blindarnos “políticamente” ante cualquier influencia espuria e interesada, saber por fin que la empresa en la que estamos inmersos apunta directamente   a   la   línea  de  flotación  de  un

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