Antes de abordar la reforma laboral en profundidad habría que hacer una consideración previa de carácter muy general. En España, por los motivos que sean, parece que el trabajo es un derecho. Yo creo que todo el mundo tiene derecho a trabajar y a prosperar pero, desde un punto de vista puramente económico, hay que dejar muy claro que la demanda de trabajo es una demanda derivada. Esto quiere decir que quien demanda trabajo es quien necesita los servicios laborales, es decir, la empresa.

En cambio quienes ofrecen trabajo son aquellas personas que tienen unas capacidades productivas que, puesto a contribución con el trabajo de otros, logran formar un producto, un servicio que se pone a disposición de la empresa a través de los mercados o de cualquier tipo de provisión que se establezca. Ofrece trabajo el trabajador y demanda trabajo la empresa. La empresa demanda trabajo porque lo necesita para generar los bienes y servicios que vende a sus clientes.

Desde un punto de vista económico púramente teórico, insisto, resulta entonces que quienes tienen necesidad de trabajo son las unidades de producción, son los interesados en disponer de forma abundante de bienes y servicios laborales adecuados al tipo de servicio que prestan. En un contexto de crisis generalizada, falta de competitividad, etc. si las empresas marchan mal van a tener poca necesidad de trabajadores. Esto hace que, si sobreabunda la oferta, hay una desproporción a la que llamamos desempleo. En estas condiciones poner barreras de entrada y/o salida en el mercado de trabajo dificulta enormemente la gestión, la flexibilidad y capacidad de adaptación de las empresas a entornos como el actual, que son tremendamente difíciles.

Evidentemente desde el punto de vista de la persona que se ve abocada al desempleo es preferible que le paguen 45 días que 20 pero, si poner estos 45 días supone una barrera de salida muy importante para las empresas, éstas -a la hora de planificar la contratación- van a tratar de externalizr servicios, eventualmente dejar de contratar, o buscar fórmulas que con bonificaciones le permitan navegar por el proceloso mar del mercado de trabajo en España.

(…) Sin embargo hay que hacer una matización. La demanda de trabajo es una demanda derivada, sí, pero esto no quiere decir que no deba haber una representación de los trabajadores. El trabajador no tiene la misma capcidad de negociación ni dispone de la misma información que la empresa. Es muy conveniente que los trabajadores se asocien para defender sus intereses dentro de la empresa y, eventualmente, dentro de un mismo sector.

Marx decía que el gran economísta de todos los tiempos -claro, de los tiempos que el vivió- era David Ricardo cuando dijo aquello de que “los trabajadores son igual que los sombreros” desde el punto de vista de la economía. Evidentemente no es lo mismo. No se pueden poner al mismo nivel. Digo esto porque los economistas más liberales piden que se negocie el precio del trabajo igual que se negocia el precio de cualquier otra cosa y eso es absurdo. Es importante dejarlo claro.

Tiene que haber sindicatos. Ahora bien: libres, pagados por sí mismos y que defiendan los derechos de los trabajadores teniendo en cuenta que una empresa es una sociedad humana y que los primeros interesados en que funcione adecuadamente son los propios trabajadores.

(…) [n.d.r.: La reforma laboral] es una oportunidad perdida ya que no se ha ido hacia una simplificación clara y drástica del mercado de trabajo: un contrato laboral único indefinido, una indemnización como en el resto de países europeos e ir ordenando el fragmentado mercado interno de este país. Se ha perdido la oportunidad de sentar las bases de un mercado de trabajo moderno y armónico con su entorno.

Intervención de Don Félix Fernado Gómez en Libertad Constituyente a 13 de febrero de 2012

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