Donde ausencia y deterioro se confunden
El pasado 14 de abril, nuestro compañero Pedro Manuel González fue invitado por el Instituto Juan de Mariana a participar en un panel intitulado «Deterioro en la separación de poderes», celebrado en la universidad Francisco Marroquín, donde también se contó con la aportación de Miklos Lukacs y Javier Fernández-Lasquetty.
Dicho título constituye un fraude, porque no se puede deteriorar aquello que no existe. La palabra deterioro expresa la idea de que hay un detrimento en el principio divisorio, pero, como apuntó Pedro Manuel, sin separación de poderes en origen, sin elecciones separadas entre el poder ejecutivo y el poder legislativo, y sin un poder judicial independiente de los partidos políticos, no se puede hablar de separación de poderes ni de su deterioro.
Para separar los poderes en origen el proceso es muy sencillo: (1) elecciones legislativas a diputados uninominales, elegidos mayoritariamente en distritos electorales de unos 100000 habitantes, (2) elección al presidente del Gobierno por mayoría absoluta de los españoles, en una circunscripción única nacional, y (3) un poder judicial independiente del poder político, con un Consejo de Justicia elegido por los distintos operadores jurídicos y demás miembros del orbe judicial.
Los invitados a intervenir tuvieron todos dos turnos de palabra, sin que hubiera debate o moderador y sin turno de preguntas después de sus intervenciones. Pedro Manuel abrió el panel con interesantes aportaciones y sugestiones acerca de «lo político». Sus compañeros, debido al formato del acto y el escaso tiempo con el que contaron (50 minutos), apenas replicaron a Pedro Manuel, y con sus soliloquios divagaron acerca de tecnologías o de la jugada política del Gobierno durante estos últimos años.
Entre el público se encontraban, además de universitarios, un auditorio heterogéneo, en los que Pedro Manuel consiguió suscitar una gran atención con sus observaciones y provocaciones acerca de lo político, incluso arrancando una sonora carcajada cuando comparó las votaciones actuales con el misterio de la Santísima Trinidad: de una sola votación surge el legislativo y el ejecutivo, y entre ambos eligen al judicial.
John Adams, quien es conocido por distinguir entre gobierno de leyes y gobierno de hombres, salió a relucir durante el acto. Un gobierno de leyes es un sistema con poderes separados en origen, con instituciones fuertes e inteligentes que impiden que por obra exclusiva de un único Gobierno de turno se dé el supuesto deterioro en la separación de poderes. Para que esto sucediera tendría que darse necesariamente un golpe de Estado, sin necesidad de que éste fuera violento.
En un gobierno de hombres los poderes están inseparados, constituidos por sinarquía de hombres ambiciosos. No puede haber un deterioro porque no hay separación, lo que hay es reparto del poder.
Escribió Adams que «el poder debe ser opuesto al poder, y los intereses a los intereses». Sin embargo, en un gobierno de hombres ambiciosos, arbitrario y sin control del poder, este control descansa en la teórica responsabilidad del político, no en una institución inteligente que actúe de freno, ejerciendo controles y contrapesos, impidiendo el abuso de poder. Lo expresó Montesquieu de la siguiente manera: «Todo hombre que tiene poder se inclina a abusar del mismo; él va hasta que encuentra límites. Para que no se pueda abusar del poder, hace falta que por la disposición de las cosas, el poder detenga al poder» (El espíritu de las leyes, 1748). Dicho de otra manera, con los poderes separados y enfrentados, el ciudadano puede descansar en calma: «las ambiciones controlan a las ambiciones y el ciudadano puede dormir tranquilo» (James Madison, El Federalista nº 51, 1788).
Después del acto, continuamos intercambiando criterios con asociados y otros asistentes, en un ambiente relajado y distendido.
Gracias por la reseña, Alan.
Estuve en ese “panel”, disertación o discurso -como se prefiera llamar-.
Sólo Pedro Manuel se ajustó al enunciado, definiendo por lo que es la separación de poderes y su ausencia en España.
Uno de los ponentes se refirió al “reparto” del poder, sin identificar su origen, y el otro habló sobre el peligro que la tecnología supone frente a la sociedad.
Expusieron cómo ejercer el poder, no cómo adquirirlo ni de sus fundamentos legítimos. Nada nuevo.
Por motivos personales que me impidieron asistir, me hubiera gustado escucharles “in situ” en este coloquio o disertación y viendo como se ha desarrollado según indica en este artículo Alan, al cual le doy las gracias por su magnífica exposición en él.
Quedo impaciente a la espera de la grabación con gusto de ver como Pedro M. disfruta y se ajusta al tema en cuestión, la Separación de Poderes y su ausencia en España.