Cuando se trata de una declaración de la MUD hay que leer y releer muy bien entre líneas y revisar con cuidado los pies de página. Cuando uno cree que lo ha entendido todo, siempre salta algo por allí escondido que cambia el significado: una letra, una coma, o una palabra.
Vale recordar la interpretación que Ramos Allup y Julio Borges le dieron a la confusa redacción de lo aprobado en la consulta popular del 16 de julio del año pasado. Mientras millones de venezolanos creyeron que le ratificaban un mandato a la Asamblea Nacional para renovar los poderes públicos y conformar un gobierno de unidad nacional, para Ramos Allup y Borges no fue más que un devaluado saludo a la bandera.
Deliberadamente consciente de lo que hace la MUD, los mismos actores se han afincado en hablar de “condiciones” electorales favorables para participar en las elecciones fraudulentas convocadas por el régimen. Siempre evitan discutir sobre garantías políticas para una elección libre; aunque algunos voceros de la MUD, con la perniciosa intención de confundir más a la gente, usan indistintamente las expresiones “condiciones” o “garantías” electorales. No significan lo mismo, pero tampoco esperemos que la MUD lo explique.
Las condiciones electorales que la MUD pide al Gobierno son unas medidas administrativas e instrumentales para realizar las elecciones en un ambiente más o menos confiable. En esa lista entran la fecha de las elecciones, la auditoría al registro electoral, la observación internacional, entre otras. Según la narrativa de la MUD, si el régimen cede en uno o varios de estos aspectos, entonces automáticamente se darían las condiciones para participar.
La MUD no habla —no quiere o no le interesa hablar— de las garantías electorales que deberían existir para ir a unas elecciones verdaderamente libres.
Las garantías políticas implican un conjunto de requisitos concretos que deben cumplirse a cabalidad para que los ciudadanos se expresen libremente y su voluntad sea respetada. Esto, por ejemplo, significa una ruptura total con el Estado chavista, desmontar el aparato financiero y paramilitar, la conformación de un gobierno transitorio de emergencia nacional y la renovación de todos los poderes públicos incluyendo el poder electoral.
Por supuesto que el régimen siempre estará dispuesto a negociar con la MUD la concesión de condiciones cosméticas que nunca podrán alterar el resultado electoral. Por ejemplo, ¿qué cambiaría el hecho de que las elecciones sean en abril o que sean pospuestas para mayo o junio, si el proceso electoral en todas y cada una de sus instancias será controlado por el régimen? Lo único que estas condiciones cosméticas cambian es que le dan un pretexto a la MUD para que llame a participar porque “las condiciones electorales han cambiado”.
La MUD hoy es manejada por operadores políticos y analistas con la lógica del “programa mínimo” como estrategia élite para enfrentar al régimen. Esto quiere decir que ellos siempre terminan haciendo una serie de peticiones, tratando de adivinar cuáles podrían ser aceptadas por el Gobierno. A esto lo llaman “condiciones mínimas”.
Enfrentar al régimen con la lógica de “condiciones mínimas” conduce justamente a lo mínimo o a nada, como lo hemos visto en estos diecinueve años. Por eso la MUD luce débil como opción para sustituir al régimen y sin el temple para liderar una gran batalla nacional contra la tiranía.
En lugar de las más mínimas condiciones electorales, tales como la fecha de las elecciones, lo que se requiere es luchar para recuperar las garantías políticas que nos permitan primero zafarnos del Estado chavista y luego ir a elecciones libres.
Está claro que estas garantías políticas no son las que se conquistan en una mesa negociando con el régimen al que precisamente se trata de derrocar.