Como sabemos por Almodóvar, Almodóvar, simplemente callando, privó a Franco de su “Dasein” heideggeriano (¡la existencia!), aunque en realidad de lo único que Almodóvar privó a Franco, buen aficionado al cine, fue de sus películas “douglassirk-escas”, gracias a lo cual el dictador murió tranquilamente en la cama, dejando expedito (“¡expedito!”) el camino a la reconciliación (¡la concordia!) que pedían… los comunistas.
Cuando un comunista siente que su final se acerca, manda a llamar a la Concordia.
–¿Qué es eso de derecha e izquierda reconciliadas? Falsa derecha y falsa izquierda.
La socialdemocracia, esa solución de las “mafias de guisadores” que la Europa cómplice del “Madurato” propone para Venezuela.
La “concordia” sustituye al “imperium” ya en los textos del período feudal, consagrándose a la muerte de Robespierre en el Directorio de Barras: “La pobreza es una idiotez; la virtud, una torpeza; y todo principio, un simple expediente”. En el lenguaje cuartelero de Napoleón: “El vicio (Talleyrand) apoyado en el brazo del crimen (Fouché)”.
–Siempre he pensado –escribirá un día el gran Tocqueville– que en las revoluciones democráticas los locos, no aquellos a quienes se da ese nombre por metáfora, sino los verdaderos, han desempeñado un papel político muy considerable. Y lo cierto es que una semilocura no viene mal en estos tiempos, y contribuye al éxito.
“Estos tiempos” son el 48, en cuyos “Recuerdos” incluye la fiesta de la Concordia: “Francia, Alemania e Italia dándose la mano. La Igualdad, la Libertad y la Fraternidad también…. La Asamblea, trasladada, en corporación, al Campo de Marte. Yo había metido unas pistolas en mis bolsillos, y mis colegas iban armados secretamente: un estoque, un puñal, una bola de plomo cosida a una pequeña correa de cuero… Era como la maza de la Asamblea Nacional… Y así acudimos a la fiesta de la Concordia…”
–Tenía la sensación de que aquello no era más que pasar revista a los dos ejércitos de la guerra civil.