JESÚS MANUEL MORA PECCI
El político que es incapaz de llevar a cabo medidas para la recuperación económica en tiempo de crisis, sin meter la mano en el bolsillo de los contribuyentes; ni es político, ni es gestor.
Un buen día, René Descartes decidió abandonar sus sentidos al objeto de alcanzar una certeza infranqueable sobre la que estructurar un hilo reflexivo que gozase de la invulnerabilidad de una sólida simiente. Iniciado su proceloso viaje de incierto destino a través de la psique, las aguas; a veces tempestuosas y otras calmadas, mostraban asideros de diversa robustez que tras ulterior análisis parecían reblandecer sus raíces quedando al albur de las corrientes. El filósofo prohibido por su pretensión revolucionaria de la autonomía de la razón inaugura, embebida por la duda metódica, la modernidad.
Y sin embargo, a pesar de que dos mil quinientos años atrás, Tucídides, ya exponía el discurso de Pericles en el que se elogiaba a la democracia ateniense, hoy, los hombres de la nueva Corte; tertulianos, manidos politicastros y oligarcas, pretenden ilusionarnos con haber alcanzado la piedra de toque, la madre de todas las madres, la simiente para su irrebatible argumentación: la democracia. Democracia ateniense en la que esclavos y mujeres carecían de derecho de voto. Criticada por Sócrates —condenado a pena de muerte por no aceptar a los dioses y corromper a la juventud—, Platón —que considera absurdo confiar el poder a quien es incapaz de la menor reflexión y rigor, inútiles las discusiones en la Asamblea y proceder a designar a los magistrados por sus dotes oratorias sin que se infiera de ello capacidad política— y Aristóteles —es el gobierno de los muchos, el gobierno de los pobres; donde se es alternativamente gobernante y gobernado, predomina el sorteo sobre la elección para nombrar a los cargos públicos y cada uno puede vivir como quiera.
Después del Experimento de Milgram (1961), realizado sobre una población de 1.000 personas entre 20 y 50 años de edad, poco después de que Adolf Eichmann fuese condenado a muerte en Israel por crímenes contra la humanidad cometidos durante el régimen de la Alemania Nazi; Philip Zimbardo, psicólogo de la Universidad de Stanford, llevó a cabo el Experimento de la Prisión de Stanford (1971). Al hilo del análisis de este último experimento esbozaré unas palabras —modificadas ligera y substancialmente— de Punset en las que manifiesta que cuando ponemos al ser humano en un medio, en un entorno autoritario y despótico, en una institución que rige a sus súbditos de una manera cruel, la mejor persona del mundo se puede convertir en un simple asesino.
Como anécdota que ilustra las supuestas bondades de la democracia, si imaginamos que el moderador de un programa de televisión consulta a sus invitados acerca de su criterio sobre las peleas de perros. Unos expresan que se trata de un atentado contra los derechos de los animales, otros omiten opinar por considerarlo un asunto trivial y el resto afirma que todos los perros son malos. Esta última es la opción que adoptó un tertuliano cuya mención omitiré durante su intervención en el programa Al Rojo Vivo, de La Sexta, cuando fueron consultados en relación con la crisis de las armas químicas en la Guerra Civil Siria. Su respuesta fue que allí, en esa guerra, todos eran malos.
Philip Zimbardo, concluye que cada uno de nosotros tiene tres posibilidades: Ser pasivo y no hacer nada, ser malvado o convertirse en un héroe. Y que los héroes son personas que actúan cuando la mayor parte de la gente no hace nada. Resulta difícil imaginar un grado mayor de maledicencia que la esgrimida por el ignominioso tertuliano cuando la conclusión que alcanza tras el análisis de la situación de confrontación armada en el oriente próximo es que allí, en ese país, todos son malos. Baste decir que el sedicioso provocador es de esos que se atribuyen y defienden con vehemencia la democracia. Un apasionado demócrata que tacha sin contemplaciones a toda una nación de malvados que aspiran a un poco de libertad en un país tomado desde hace más de cincuenta años por una familia dictatorial que se reparte sin misericordia todo el poder económico y político del estado.
Y así:
Camisas Azules de Salvación Nacional; camisas porque se trata de una prenda de vestir apta tanto para hombres como para mujeres, azules porque es el color del cielo y del mar, de salvación porque la situación lo requiere y nacional porque ya está bien de Estado a costa de la Nación. El Gobierno de España; a través del Ministerio del Interior, la Subsecretaría y la Dirección General de Política Interior refiere que en el registro de partidos políticos: Actualmente no hay ninguna formación política con estos datos.
Unión Nacional de Trabajadores Españoles (UNTE), se trata de un sindicato de gestión nacional ajeno al Estado, es decir, un sindicato dependiente de las aportaciones de sus afiliados que permanece ajeno a toda modalidad de subvención pública. Su misión es la propia de los sindicatos de trabajadores, es decir, la defensa y promoción de los derechos que les son inherentes por su condición.