No descubro nada si verbalizo lo que todos estamos pensando sobre la situación que se está dando en estos momentos en uno de los partidos políticos más importantes, si medimos la importancia en términos de votos, de nuestro país.
El esperpento se queda corto, la sátira carece de los elementos necesarios y la caricatura queda enmarcada ya solo en las procelosas aguas de las redes sociales, por lo que solo nos queda la vergüenza ajena para describir lo indescriptible y solidificar, aún más, nuestra más absoluta creencia en el hecho de el Estado de partidos debe desaparecer.
Nos encontramos con dos maneras de entender la política, enfrentados por los conceptos más básicos de su existencia, y con un grupo de observadores incapaces de hacer caso a su propia conciencia, y dar un paso adelante y resolver la situación de una vez por todas.
«El que se mueva no sale en la foto», dijo Alfonso Guerra, y jamás nadie resumió el actual régimen de partidos de una manera más certera, más gráfica.
Ningún peso pesado del Partido Popular se atreve a dar un paso adelante, a criticar abiertamente a su presidente, a Pablo Casado, porque conocen muy bien los entresijos del régimen y su dependencia absoluta de la persona a la que deberían criticar.
Con un sistema electoral uninominal, como abogamos y abogaremos siempre desde estas líneas, los políticos no dependerían de los cargos jerárquicos de sus partidos sino de sus electores, solo rendirían cuentas ante sus electores.
Ello les daría libertad de acción en base a su conciencia, en base a las promesas que realizaron a las personas que les votaron.
Por esta anomalía democrática nos encontramos con una situación como la que se está dando estos días en el Partido Popular. Un presidente en el que nadie confía y al que todos quieren echar de su puesto, y un grupo de políticos de supuesto peso incapaces de decir abiertamente lo que piensan por miedo, pavor a que si su iniciativa no prospera se vean abocados al ostracismo por el aparato del partido.
No vamos a entrar a juzgar quién tiene razón y quién la deja de tener, quién debería presidir y quién quedarse en su región, eso lo dejamos para los votantes, si quieren, y si no, también, pero esta disputa de patio de colegio sirve para demostrar que el régimen actual retroalimenta la mediocridad y el seguidismo.