Mosaic (foto: totti69totti) La conciencia colectiva no existe porque no hay acciones colectivas sin una idea matriz que aglutine y armonice las acciones individuales. Hay colectivos activos, militantes activistas, ideólogos con seguidores, pero no hay una conciencia colectiva emergente por si sola, puesto que de ninguna idea realizable sale la idiotez uniforme de pensar que la sociedad elige quién ha de portar el mando del colectivo-rebaño. Las masas no eligen, sino que aceptan a sus amos. En las dictaduras y en las oligarquías. Algunos individuos que por la vivencia de lo natural se dan cuenta de la ficción representativa en el mando, creada por el sistema proporcional, y de la ficción separadora de poderes en el parlamento de los jefes de partidos, somos moral y políticamente incapaces de tomar parte en la ficción electoral de votar listas de partido. El alto índice de participación en las pasadas generales demostraría que la abstención electoral no es instrumento válido en la lucha contra el sistema de la no representación, si, y solo si, hubiera habido en los medios informativos, y sobre todo en las televisiones, campañas y debates favorables a la abstención, distintos de la mera protesta abstencionista de ETA, por impedir el Estado las listas de HB, a la que se ha dado la misma publicidad, como a su atentado contra un ex – concejal socialista, que al debate entre los dos candidatos a la Presidencia del Gobierno, en unas elecciones que no son presidenciales. Reconocemos hábitos colectivos de servidumbre al poder en cuanto los vemos, y sin embargo, no reconocemos en las propias acciones individuales ninguna repercusión colectiva. La consigna pacifista “¿y si hubiera una guerra y no fuéramos ninguno?” cobra sentido, lejos de la utopía antimilitarista o de la fraternidad internacional obrera de la propaganda de Lenin, si son ejércitos voluntarios de partido los que guerrean, y la impostura mediática el campo de batalla. La servidumbre de votar listas sin elegir candidatos que nos representen, aprobar constituciones de la oligarquía política europea o el ingreso de la España pacifista en la organización militar OTAN, solo podrá evitarlo la democracia representativa con mandato imperativo. Y el impedimento más fuerte es la resistencia de la conciencia individual a asumir su responsabilidad en el acto colectivo. Es la masiva participación de los espectadores, la que permite formar los vistosos murales vivientes en los grandes estadios deportivos.