El régimen de Nicolás Maduro enfrenta una nueva crisis con aristas financieras, políticas y militares. No es la primera vez que ocurre, pero está por verse si será la última. En medio del profundo caos en el que sucumbe el país, la destrucción del valor de la moneda y la hiperinflación parecen ser lo único que ha obligado a operadores chavistas civiles y militares a pisar tierra.
Es imposible ignorar la presión contra el régimen de abajo hacia arriba, y de afuera hacia dentro. La presión más enérgica viene precisamente de las hambrientas hordas chavistas, insatisfechas con sus miserables prebendas, y de los efectivos militares que defienden al régimen descalzos y por restos de comida.
Todos ellos se preguntan si realmente este modelo socialista será viable algún día, porque hoy no lo es. Esa es la angustia de los delegados asalariados en el Congreso del PSUV, que se debaten entre pisar el acelerador junto a Maduro rumbo al suicidio colectivo, raspar la olla antes de escapar, o negociar una transición.
La necesidad de continuar aferrados al poder para evitar juicios y pases de factura ante un eventual cambio político es lo que ha llevado a varios operadores del chavismo a proponer la tesis de un cambio de gobierno, mas no de régimen. Tesis que además es apoyada por una falsa oposición que ha sido parte de ese régimen y que prefiere una transición que deje intactos factores fundamentales a una ruptura que destruya el corazón del estado chavista.
Por eso cada vez que el régimen de Maduro enfrenta una de estas cíclicas crisis, la falsa oposición regresa con sus rancias tesis de elecciones, transición y una salida dentro del marco de la legalidad del estado chavista. Tanto el régimen de Maduro como la falsa oposición saben que la paciencia del pueblo ha sido desbordada, y apuestan a que la gente acepte un cambio cosmético de caras que dé la sensación de algo nuevo, pero dejando vivos elementos del viejo régimen.
Un cambio de gobierno, tal como sugieren operadores chavistas y apoyan operadores de la falsa oposición, dejaría activa la estructura política, financiera y militar sobre la cual se ha sustentado la tiranía, todo en aras de una supuesta unidad nacional.
Es en esta nueva coyuntura, marcada por la crisis y debilitamiento del régimen de Maduro, donde la claridad en las tesis políticas es esencial. Plantear la confrontación en términos de un cambio administrativo de gobierno es dejar la puerta abierta para el retorno del fascismo chavista con más saña y brutalidad, quizás en cuestión de meses. Solo un cambio de régimen político que implique la destrucción del estado chavista, sus estructuras y sus colaboradores podrá detener el acelerado proceso de extinción de la República.