En este autorretrato del artista israelí Amnon David Ar (n. 1973) podrían señalarse las características del arte modernitario denunciadas por Antonio García-Trevijano Forte en su obra Ateísmo estético, Arte del siglo XX. De la modernidad al modernismo (2007). Rasgos fundamentales de este arte modernitario son la relegación de la imaginación e intuición creadora, canalizada a través del dominio de las diversas técnicas artísticas, en favor de una deshumanización del arte, en la que la conceptualización previa determina el objeto artístico final, sin dejar hueco a la intuición creadora en el proceso, por lo que el arte acaba asimilándose a la artesanía, y derivando en arte decorativo apto para su masificación, consagrando la tiranía de la apreciación de lo bonito sobre lo bello, e incluso lo sublime. Tal conceptualización, a menudo abstractalizante y alejada de la naturaleza, acaba incluso prescindiendo de la aspiración a la maestría técnica. Así, el artista se presenta desnudo, él mismo como objeto de provocación como sustitutivo de su falta de intuición creadora, pintando en vez de en un lienzo directamente sobre una ventana (con lo que señala el carácter primordialmente decorativo de su práctica), líneas y masas de color que recuerdan las de Piet Mondrian, uno de los más insignes representantes del neoplasticismo abstracto, cuyos diseños ilustran en la actualidad multitud de estampados y cojines.
Finalmente, el fracaso de este arte para transmitir las emociones y la vislumbre privilegiada de la realidad propia del artista de genio que sabe hacerlo a través del dominio de la técnica artística, lleva al público a prostenarse ante la necesidad de “entender” lo que no suele ser en la mayoría de las ocasiones más que una huera extravagancia sinsentido e inestética, pero que hace el festín de los hierofantes de la crítica del arte, de artistas desaprensivos y de todo el negocio de galerías y subastas.

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