Nostalgia de anarquismo (foto: lulazzo) El movimiento anarquista nació en una época en la que la distinción entre Ley y norma específica había sido ya obliterada. De ahí la gran incoherencia final de su pensamiento, ejemplificada en Stirner, quien la llevó hasta sus últimas consecuencias. Cuando se afirma que “no hay ley para el individuo singular” y que éste debe imperar sobre aquélla, se está indicando en el mejor de los casos la pertinencia de valorar la libertad individual por encima de medidas coactivas innecesarias del gobierno o la sociedad. Pero si éstas se confunden con la Ley, entonces existen pocas salidas salvo la práctica del “terrorismo personal” (expresión de Stirner). Efectivamente, la única posibilidad de que la libertad individual exista para todos se basa en la asunción general de unos principios implícitos generados intersubjetivamente que no son menos reales y determinantes que la autonomía personal. Estos principios, determinados históricamente, guían la conducta dentro de un contexto más amplio que la mera soberanía personal, y de hecho la protegen. Debiera llamarnos la atención el hecho de que el anarquismo prosperara en todos los países europeos salvo Inglaterra, justamente allí donde se generaron los principios liberales que daban cuenta eficazmente de este peculiar equilibrio entre lo subjetivo y lo intersubjetivo (autonomía y ley). Y no por nada tantos y tantos revolucionarios descastados, empezando por Marx y Lenin, encontraron en él domicilio fijo. Si, como insiste F. A. Hayek, persistimos en obviar la diferencia entre ley y legislación (normalización concreta y principio de la que emana), la libertad individual por la que claman tantos anarquistas libertarios no dejará de ser un fiasco egoísta, utópico y funcionalmente nulo. El anarquismo ha sido una firme aproximación a la libertad individual pura, más allá de los convencionalismos y coacciones interesadas varias, y por eso su espíritu debe ser aún recogido. Pero dado que en el momento culmen –su pretendida autonomía radical– olvida la esfera intersubjetiva como un todo, a saber, el hecho de que cada momento evolutivo es reflejado también en el acuerdo entre dos y más sujetos, no es capaz de contemplar que los principios de la Ley siguen operando también ahí, y que éstos son necesarios para preservar la libertad individual entendida no espiritualmente, sino como el negativo de la coacción social.