Rey Juan Carlos (Foto chesi Fotos CC) O decidimos nuestra historia o dejamos que la decidan por nosotros. Así comienza el manifiesto redactado por un numeroso grupo de trabajadores de base, sin afiliación conocida y autodenominado Trabajadores insurgentes que el pasado martes día 17 de Diciembre ocuparon la sede en Patras, del sindicato más poderoso de Grecia, el GSEE. Tras más de quince días de manifestaciones por el asesinato de un adolescente a manos de la policía, las protestas han mantenido su componente reactivo contra la violencia de Estado, para generalizarse en sus demandas de justicia y de libertad política. Las reivindicaciones comienzan a retroalimentarse con las detenciones de los manifestantes y con la indignación ante los medios de comunicación del régimen. Hasta ahora, tres grupos distintos han liderado las protestas. Por un lado, los estudiantes y profesores de secundaria y universitarios, herederos de la tradición de lucha contra la dictadura militar, y desencantados con un sistema educativo precario y sin conexión con la oligarquía económica imperante en el país. Por otro, un numeroso movimiento anarquista, hiperactivo ante la policía y políticamente heterogéneo, que lidera los ataques contra los antidisturbios, las sucursales financieras y los símbolos de la globalización capitalista. Aspiran a un cambio de régimen y están cercanos a la llamada "Democracia inclusiva". Por último, la clase trabajadora, dirigida por los sindicatos subvencionados por el Estado partidocratico, reclama unos presupuestos comprometidos con el empleo, las mejoras sociales, y la economía productiva. Sin embargo, las acciones espontáneas con origen fuera del stablishment son cada vez más frecuentes y extensivas en sus demandas. El miércoles día 18, un día después de la ocupación de la sede del GSEE por los trabajadores insurgentes, unos 100 miembros de este sindicato y del partido comunista intentaron desalojarlos, pero fueron repelidos por los ocupantes al recibir refuerzos de grupos anarquistas provenientes de la Universidad. Mientras, en España, los sindicatos de la partidocracia callan ante las rebajas fiscales del socialista Zapatero a los banqueros, al tiempo que éstos ahogan la economía productiva con su fraudulento e insostenible modelo de negocio especulativo para brindar con cava por el discurso de nochebuena del amigo del traficante de armas El-Assir.