Cuando los cubanos nos demos cuenta de que el castrismo no existe, nos vamos a caer de culo, tuitea el hijo literario de Cabrera Infante.
Como los españoles, cuando nos demos cuenta de que el europeísmo de la UE no existe.
La historia de las mentalidades (explicar las movidas políticas por el estado mental de las masas) la inventa en 1932 el francés Georges Lefebvre (marxista y, sin embargo, riguroso) con “El gran miedo de 1789”.
España ingresa en la UE en el 86: Franco había muerto (en la cama) en el 75, y los políticos, para “taparlo”, necesitan la “homologación europea” a cualquier precio, sin reparar en el “nunca pertenecería a un club que admitiera como socio a alguien como yo” de Groucho.
Posmodernidad y exclusividad son la mentalidad de los 80. La posmodernidad nos viene al pelo porque se reduce a no tener que estudiar nunca más. La exclusividad nos viene del cordón rojo de Studio 54 en Nueva York, y en Madrid se escenifica en el Pachá, donde de cordón rojo hace Martín, guardia de día y portero de noche, como Helmut Kohl en la UE, más difícil de pasar que el mítico Goyo Benito, pero el premio es el Cielo de Pachá pastoreado por Marilé Zaera, donde sólo hay dos formas de alternar: ser cuentarrentista o tener tarjeta de crédito.
España ingresa en la UE empeñando la casa para los gastos de notario y con tarjeta de crédito.
Ahora se van del club los ingleses (miren por dónde, mi único recuerdo del Cielo de Pachá es cruzarme en la entrada con el capitán Mark Phillips, marido de la princesa Ana, que salía), los griegos aguardan en la puerta al tercer rescate y los franceses se juegan (“Rien Ne Va Plus!”) la permanencia a Marine, a quien el “establishment” no presta ni un euro, y a Macron, socio de la banca Rothschild, para que los Verlaines del periodismo sujeten a la elocuencia y le retuerzan el cuello.
–Prends l’eloquence et tords lui le cou.
Aquí, desde luego, “la grande peur” vendría con la visa, pues nos caeríamos de c…