Antes de que la experiencia lo confirme en la vida social, el descubrimiento de la solución de un problema produce efectos comprometedores en la mente y conducta de quienes lo descubren. El compromiso con la verdad se aferra a sus vidas con la lógica implacable de los conocimientos científicos. Viven pendientes del menor fallo en sus experimentos o comprobaciones históricas, hasta que la corroboración definitiva de la hipótesis incorpore el descubrimiento a la vivencia común. Y queden, al fin, liberados de su avasallador compromiso.
El descubrimiento de que el problema político, la liberación de la servidumbre voluntaria, lo resuelve con sencilla elegancia la democracia, en tanto que regla constitutiva del juego de los poderes estatales, produce efectos inmediatos en las conductas de quienes, ante el desvelamiento del enigma de la libertad política, se ven interiormente empujados a procurarla en la sociedad para ser libres con la libertad de todos. Sin este compromiso primario con la libertad, los compromisos ideológicos operan como ilusiones oníricas de la conciencia nacionalista o de clase, donde el cuerpo, con la luz de la verdad a sus espaldas, persigue con fe a su sombra alargada.
La sustitución de la razón por la fe separó a las ideologías del camino de la ciencia. Nacieron en el fragor del conflicto social para comunicar a cada parte la creencia en el triunfo final de su causa. Desgarradas por la historia, las ideologías aún ondean sus jirones descoloridos como banderas de partidos estatales sin causa civil. De ser concebidos como instrumentos de liberación, los partidos europeos se han convertido en fines de sí mismos. Permanecen en el Estado, con ignorancia o humillación de lo que, fuera de sus aparatos de poder, mantiene vivas las esperanzas de la sociedad civil. Ellos no pueden resolver el problema político, el de la liberación de la servidumbre voluntaria, porque ellos son los que la renuevan y refuerzan.
Y ahora, descubierta la naturaleza del problema y el modo de resolverlo con la democracia, la libertad política se encuentra en el estadio preliminar de la acción colectiva que ha de conquistarla y garantizarla. Porque no hay solución sin acción. Es más, tratándose del problema político, la acción está incorporada a la teoría que lo resuelve, y los factores personales que la inician ya no son subjetivos, pues conocen mas de lo que se puede expresar y la acción colectiva dará integridad práctica a la teoría. Hay en la sociedad un conocimiento tácito del problema político, que se hará expreso y operativo cuando su resolución se proponga como causa y fin de la acción. Esto sucede en todos los campos del conocimiento. Pues la verdad descubierta solo puede ser pensada creyendo en la acción que la realiza.
La clase de acción colectiva que impulsará, desarrollará, coordinará y dirigirá el “Movimiento Ciudadano hacia la Republica Constitucional“, viene dictada por la especificidad de sus fines y de sus medios. Dado que no la inspira creencia ideológica alguna, ni reivindicaciones sociales, no puede imitar las acciones de los partidos o de los sindicatos. No es en toda la sociedad civil donde ha de operar la acción liberadora de la servidumbre voluntaria, sino en los puntos neurálgicos y momentos cruciales donde ésta se renueva: elecciones, centros de enseñanza, conferencias doctrinarias del Estado de Partidos, encuestadores sociales y medios de comunicación. Se trata de una acción intelectual de carácter colectivo, para despertar las conciencias personales e integrar en ella a la parte laocrática de la sociedad civil, es decir, la más dinámica, abierta, decente, digna, inteligente, generosa y valiente.
Las modalidades de la acción no solo serán pacificas y civilizadas, sino coherentes con el fin político perseguido y adecuadas a la naturaleza del acto servil que denuncien. Lo cual obliga a dotar a este movimiento ciudadano de un tipo de organización original y flexible, basado en la confianza recíproca que inspira a sus miembros el hecho de saberse agrupados, por vez primera en la historia europea, no por razones ideológicas, ni de medro personal, sino para hacer operativa la solución del problema político de España, mediante la implantación de la democracia en las mentes y los corazones, antes de llevarla con alegría y seguridad a las Instituciones.