«No me interesa la política». «Paso de los políticos». «Todos los políticos son iguales». Estos y semejantes ripios balamos muchos intentando agitar la equívoca esquila de la libertad y la independencia. ¿Todos los políticos son iguales? Sí, son iguales. En cuanto todos, absolutamente todos, participan y viven del mismo sistema… ¡Y cómo viven! Pero debemos saber un poquito más para prosperar, al menos, desde el ovino al ungulado. ¿Qué sistema vivimos? Si un régimen autocrático, llamado franquismo, únicamente se reforma, quedará mucho de aquel. Reformen ustedes una casa, llamen al más exquisito decorador… ¿Dejará de ser la misma? Parece que sí, pero no…
En efecto: el partido único se volvió Hidra y los poderes del Estado siguieron formando parte del mismo racimo. Los viejos amos convidaron a su mesa a los nuevos. Eso fue «la Transición»: un banquete de poder entre elegidos. Bien: no hubo ruptura con el Monórquido (apodo en alusión a la supuesta disfunción testicular del Generalísimo). La dictadura de un solo partido de Estado que se reforma transiciona obligatoriamente a una oligarquía de varios. Bien, ya sabemos por qué son iguales…
«Paso de ellos, no me interesa lo que dicen ni lo que hacen…». Esto ya es peligroso. Porque sucede que ellos, los políticos, son los rabadanes del hato. Y allá que nos estabulan o nos hacen pacer en las dehesas de su conveniencia o de su engaño. De las leyes o reales decretos que aprueben, de los pactos a los que lleguen con sus mayorales del IBEX o sus redes de corrupción depende la hierba que comamos o lo mucho que nos esquilen. También pueden sacrificarnos para la Pascua de los políticos. Esta se celebra cuando menos te lo piensas. (Es casi como un «No cumpleaños»). Y aquí quiero detenerme. En uno de sus últimos festines…
No ha mucho tiempo, la Europa de Bruselas dio un tirón de orejas a los pastores de la oligarquía hispana por la temporalidad en el empleo público que, en muchos sectores, superaba la mitad de sus cabañas. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea instó a nuestros rabadanes a que solucionasen la cuestión de la mejor forma. Si no, ya se sabe, vendrían sanciones y reprimendas de los pastores de la gran ganadería europea. Lo normal, como ha sucedido en otros momentos en la Administración pública, hubiera sido hacer un concurso de méritos o consolidación entre los interinos que llevaban diez, veinte o treinta años desempeñando con eficiencia y garantías su trabajo. ¿Vamos a examinar a un cantero que lleva toda la vida labrando la piedra con un examen teórico sobre mármoles y feldespatos? ¡Es ganas de ofender y tocarte los cuarzos! ¡Es ganas de tomar el pelo! Pues eso hicieron. Los sindicados de la mesa, la UGT, las CCOO y la CSIF (Central Sindical Independiente y de Funcionarios, para quien no lo sepa) besaron los morros al ministro Montoro: reducirían la temporalidad al ocho por ciento. ¿¡En qué términos!? Esperad el desenlace del cuento. En la segunda jornada, bailaron con Miquel Iceta y parieron la Ley 20/21, de 28 de diciembre, de medidas urgentes para la reducción de la temporalidad en el empleo público. Se aprueba en el Congreso por 170 tantos a 169. La PSOE y demás partidos de los trabajadores, por supuesto, la apoyan… ¡Es un triunfo de la estabilidad en el empleo público! Porque ya se sabe, los socialistas son todo menos obreros. Mas País es menos interino. Podemos no quiso poder nada. Los populares son impopulares… ¡Ah! Y un apunte para los supuestos defensores de los derechos de las mujeres y el empoderamiento: siete de cada diez empleos interinos en los sectores claves de la sanidad y la educación son desempeñadps por mujeres. Una decisión a todas luces misógina con el agravante de que se dirige en su mayoría contra mujeres de cuarenta y cincuenta años con hijos e hipotecas a su cargo.
Sí, todos transcurren por la avenida del Cinismo y el albañal de sus intereses. No obstante, se sugiere que los que lleven diez o más años podrían obtener su plaza sin tachar casillas de test. ¡Solo había que seguir pastando! Las tres hermanas (Mariugeté, Maricomisión y Maricesif) apaciguan a los trabajadores a través de sus delegados: «Tranquilos, que las pruebas van a ser un puro trámite…». «Estáis todos dentro… No hay de qué preocuparse». ¡Literal! Solo les faltó reír como las brujas. Ninguna de las tres, auténticas parcas de los interinos, les dice que denuncien su situación, ninguna les habla de la letra pequeña, ninguna que van a competir con estudiantes con la neurona fresca, ninguna que van camino del degolladero… Y así transcurren los años: ahora solo hay que cortar el hilo…
Sí, los tres sindicatos han engañado a sabiendas a los trabajadores. (Aviso para navegantes: si quieren afiliarse háganlo a un sindicato que no esté a sueldo del patrono Estado. Consulten las bases). Solo hay que leer la ley, esas leyes de ahora donde es mucho más largo el preámbulo que el articulado. El preámbulo de la Ley 20/21, por supuesto, es un alarde de acartonado cinismo: que hacen esto para modernizar y mejorar la Administración pública, que han tenido que hacer frente a los desafíos derivados de importantes transformaciones económicas y sociodemográficas, que se ha constatado que no siempre existe una práctica asentada de convocatoria periódica y sistemática… ¡Todo jonjainas, falsiloquios y bernardinas! Europa, tras una serie de denuncias, había sacado la palmeta para arrearnos en el nalgario.
Es sintomático el uso de la señal de pasiva refleja «se»… «Se ha constatado», escribe el pollo… ¡Cómo el homúnculo redactor intenta desligar al Estado, único responsable de la situación, del fraude de ley en el que ha incurrido con cientos de miles de trabajadores durante decenios! Y es que las Administraciones públicas vivían muy bien de esta manera, en su papel de patrono chulo y defraudador. Cualquier empresa a los dos años debe hacer fijo a su trabajador. ¡Pobre de ella si no! La Administración, en cambio, se reserva uno más e incluso puede dilatar otro si concurren ciertas circunstancias. ¡Pero es que existen trabajadores con diez, veinte, treinta años en fraude de ley! El Estado, garante teórico de las leyes, es su salvaje y flagrante incumplidor. Pero como los partidos son partidos de Estado, como los sindicatos mayoritarios son sindicatos de Estado, hacen suyos los desmanes de su patrón…
¿Cuál es el engaño de esta ley que legisla sin legislar? Su engaño se contiene en su artículo 2, punto 4: «… la organización de los procesos de estabilización de empleo temporal corresponde a cada uno de los ámbitos territoriales de la Administración General del Estado…». Vamos, la comunidad autónoma, el Ayuntamiento de Torre-Pacheco o el Cabildo de Tenerife… Vamos, que no hay igualdad entre españoles. Vamos, que te vas en razón de donde vivas, yagas o estercoles… Y es que en el párrafo siguiente, para disimular ante el respetable, se proclama: «Sin perjuicio de lo anterior… el sistema de selección será el concurso-oposición, con una valoración del cuarenta por ciento, en la que se tendrá en cuenta mayoritariamente la experiencia en el cuerpo, escala, categoría o equivalente de que se trate pudiendo no ser eliminatorios los ejercicios en la fase de oposición…». Del pudiendo ser de posibilidad u opción no se informó. Lo que los sindicatos propagaron es que todo sería un «puro trámite», apelando a la tranquilidad y a la inacción de los interinos. Al final, cada administración iba a hacer lo que le saliera del tafanario, según su cálculo político y, sobre todo, empresarial. Así, comunidades autónomas como la de Madrid hacen que el examen tipo test sea eliminatorio… ¡Muy eliminatorio! Es decir, que treinta años trabajados no suponen ningún mérito si no llegabas a un número de preguntas tipo test acertadas (las falladas restan). ¡Así es la vida! Hay que leerse la letra pequeña de las leyes y no hacer caso a los titulares de la prensa del Estado, ni a las declaraciones de los partidos del Estado, ni a los sindicatos financiados por el Estado… ¡Cómo han ido guiando a los incautos corderitos al matadero!
Mas la pregunta es la siguiente: ¿qué ganan las Administraciones públicas (o sease, hospitales, colegios, escuelas infantiles y demás administraciones) mandando al garete a miles y miles y miles de sus trabajadores más cualificados? Respuesta posible: se ahorran trienios, vamos, complementos salariales por años trabajados. Además, las plazas que no se cubran se eliminan… ¡Otro ahorro consecuente! Pero la duda persiste. Porque la dichosa Ley 20/21 contempla una indemnización de 20 días por año trabajado con tope de 12 mensualidades, cuando en caso de despido improcedente se contemplan 33 días con tope de 24. (¡De nuevo el patrono Estado barriendo para casa! ¡Todo lo que hace Leviatán es procedente!). Indemnización que, por supuesto, hay que reclamar. Ya se sabe, la táctica del despiste… Pero las cuentas no salen. Pierdes a gente que ha mostrado su validez durante décadas y les tienes que soltar una pasta de repente… ¡El negocio es cojonudo! Pierde el ciudadano usuario del servicio público que va a ver una merma en su calidad. Pierde el trabajador que es también contribuyente. Pierden las arcas del Estado que van a tener que movilizar una partida gansa por una merma en su eficiencia. Estas terribles disonancias, desde el punto de vista de la racionalidad económica y administrativa, solo se explican si existe algún beneficio oculto. La Comunidad de Madrid, por ejemplo, siempre ha querido convertir en un negocio el cuidado y educación de los más pequeños. Se trata de externalizar la gestión, de pagar a un «abanico selecto» de empresas la gestión de los servicios públicos, de encargarles a ellos la contratación, de pagar poco e incrementar la cuenta de resultados de las empresas favorecidas. El negocio está en los nichos de mercado de demanda constante: tanatorios, sanidad, educación… ¡Bienvenidas las plazas no cubiertas y el ERE más que encubierto! Conclusión: empleo de exigua calidad, servicio público envilecido y dinero para los amiguetes. ¡Prevaricando que es gerundio!
Pero en este caso todos han estado de acuerdo. Los de diestra a su trantrán privatizador, los de siniestra a hacer su paripé pro empleo público, cuando de facto están por lo contrario. Los medios de comunicación o han callado (total, una matanza más) o han tergiversado las noticias. ¡Hay que apaciguar a la cabaña! ¡Orden de los caporales! En la semana que escribo esto se celebraba el enésimo congreso de la UGT. A él asistió el presidente del Gobierno (sí, ese que firma junto al monarca la Ley de Degollinas 20/21), más también se quiso apuntar el jefe de la oposición. ¡Bermejos y carcundas a hacerse fotos con el sindicalista sexagenario y encantador! Los tres tienen en común (con escasas diferencias) haber vivido del Estado toda su vida. Unos días después salta la notica de la condena de la antigua cúpula de UGT Andalucía por un fraude de 40 millones de euros. ¡Arriba el sindicalismo de fular!
Si es malo para los trabajadores, para los usuarios, para los contribuyentes, paras las arcas del Estado, que son teóricamente de todos… ¿Por qué se sigue adelante? Lo primero que se constata es que no existen vasos comunicantes entre el interés de la mayoría y las decisiones que toman nuestros gobernantes. Son decisiones que benefician a unos pocos («oligo», que viene del griego ὀλίγος, poco, escaso, reducido) en contra del «demos» (δῆμος, pueblo). Son decisiones de unos pocos en contra de todos. Son decisiones de oligarcas, de un número escaso de individuos… ¡Y tanto! Decide el poder ejecutivo, que le indica al legislativo lo que tiene que votar y que tiene domado al judicial para que no se incline contra la parte que sufre el fraude y el abuso por parte del todopoderoso Estado. No se defiende a los interinos que sufren el fraude.
Las Tres Hermanas funcionan como órganos integradores de las masas de curritos en el Estado. ¿Su fin? Controlarlas y desactivarlas. Eso son los sindicatos estatales en fase avanzada: paripé de cara a la galería y obediencia simulada o no a los rabadanes. Aquí manda el Estado y el partido de Estado que le toque en ese momento sentarse a la grupa del Leviatán, aunque, como hemos visto, a la hora de la escabechina todos se ponen contradictoriamente de acuerdo. Los corderitos solo pueden balar de dolor o de disgusto porque ignoran cuándo será el próximo sacrificio: están integrados en el Estado a través de partidos de Estado, de sindicatos de Estado y tranquilizados por medios financiados, de una o de otra manera, por él. La voluntad y los intereses del hato ciudadano están secuestrados. Lo llamarán democracia, pero esto era el embriagador sueño del fascio: la asunción de la voluntad ciudadana en una sola voluntad estatal. Totalitarismo, en nuestro caso, con libertades otorgadas para disimular, porque en lo fundamental no decidimos nada. Vamos, que el de arriba hace lo que le da la gana sin control o con control simulado, que es mucho más fino… ¡¿Qué demonios nos han vendido!? ¡Heil, Transición!
¡Últimas noticias sobre el ERE encubierto! Las Tres Hermanas negocian el convenio colectivo que está pronto a caducar. Quieren fijar el máximo de interinidad a tres años. Para eliminar trienios, méritos y soslayar el fraude de ley, la Cosa Nostra sindical obligará a los interinos a un ostracismo de 6 meses de la comunidad extinguidos sus tres años: pasados seis meses y un día no existe ya concatenación de contratos, por lo que el despido sale a cuenta. A cambio de la felonía, conseguirán carrera profesional para algunos trabajadores. Vamos, privilegios para los que se quedan y degollina para los trabajadores que han engañado y se han negado a defender. Además, se comprometen a no organizar huelgas, manifestaciones, ni llevar a cabo ninguna medida de presión mientras dure la negociación… Los representantes de los trabajadores, además de amarillos de ictericia patronal y estatal, castrados para mayor gloria de su sumisión.
Y la carrera de la infamia de los sindicatos estatales sigue su curso… ¿Saben el daño que están haciendo? Ruina y depresión para miles y miles de familias. Para miles y miles de mujeres, mayoritariamente. Mas no existe empatía en ellos. Son mercaderes de vidas. Líderes sindicales psicopáticos. Matarifes de compañeros. Eunucos sindicales satisfechos. ¿Habrá un círculo del infierno específico para todos ellos? Esperemos un nuevo Dante para que nos lo cuente.
Pues ahí están, miles y miles de interinos convertidos en chuletas de palo. La mayoría creyeron los embustes de sus sindicatos, simples matanceros a las órdenes de sus compañeros del Estado. Por eso no podemos decir que no nos importa la política. Porque al final la oligarquía sindical y política nos chuletea para cumplir sus objetivos y ganar sus prebendas. Hace poco una ministra responsable de los cauces y los ríos se escondía entre los cañaverales para ser elegida comisaria en Bruselas. Los más de doscientos muertos del desastre desembocaban, ante su mirada ministerial e impertérrita, en el mar de la ignominia y el olvido en el horizonte. ¡Los políticos saben tanto de alimentación cadavérica! Entre tanto, el responsable de la Comunidad Valenciana es sorprendido quitando el techo a los sueldos de sus mayorales: ¡hay que potenciar el talento! ¡Y más rodeado de cadáveres!
El cuadro está hecho. Somos corderos que refrendamos cada cuatro años la lista de pastores y matarifes. Podemos balar con disgusto, hacer alguna cabriola de desafecto, pero siempre seremos para ellos parientes cercanos del medroso e ignaro borreguito de Norit. ¿Recuerdan qué inerme y que simpático? Y es que saben que al final pastamos en el prado de la derecha o de la izquierda. Que ni siquiera cuando nos hacen chuletas reaccionamos. ¡Tal es la identificación con mayorales y chacineros! Ellos, por supuesto, no tienen que realizar oposición alguna. Ellos siguen medrando, haciendo crecer sus redes clientelares y disfrutando sus sueldos y sinecuras. No les importa que la gente se quede en la calle o flote inerte por los ríos. Es así. Maquíllenlo como quieran. La oligarquía crea mandamases psicopáticos. Mas ha llegado el momento de que los corderos rescaten el lobo sabio que llevan dentro. Que nos unamos en manadas de dignidad y de justicia. Que señalemos a esta aristocracia de pellico y de cayado. Que las leyes dejen de hacerse en beneficio de unos pocos mientras distribuyen sus cínicas y alienantes golosinas. Lechales con Franco, ternascos con esta oligarquía de partidos… ¡Jamás ya un indignado! ¡No más hatos en las plazas públicas sin saber contra qué protestan! ¡Comámonos sus papeletas de voto como cabras sabias! ¡Por Dios, aullemos contra esta tiranía atemperada de monórquidos recauchutados!
Magnífica alegoría, escrita primorosamente, además.
La partitocracia que vivimos devora derechos y conquistas sociales. Es tan hábil el sistema que cuando uno habla de oligarquía o de partitocracia los que escuchan creen que les hablamos de física cuántica. Gracias por tu comentario. Salud!