En la cruel broma política que ha sido España éstos últimos treinta y pico años, y no precisamente por haber sido el régimen anterior una astracanada, se da como en el género teatral creado por Muñoz Seca un constante retruécano social y político en el que aquellos que votan no saben muy bien a quiénes eligen y aquellos a quiénes eligen sí saben muy bien lo que votan.

Viene éste intencionado quiasmo y su paralelismo inverso a colación del proceso perverso en el que consiste el sistema político en el que se pasa la vida en España, tan callando.

Que aquellos que votan no saben muy bien a quiénes eligen, es evidente, puesto que el cuerpo electoral al ejercer su derecho al voto, no hace otra cosa sino ceder el poder legislativo a unos señores maromos y unas señoras gachíses que integran las listas de unos partidos políticos, cuyos mandamases pueden cambiar por el arte de birlibirloque a quién decidan cuando les pete, agrade o complazca tal y como ha ocurrido por ejemplo en Madrid al pasar el señor alcalde a ocupar un ministerio y quedar como alcaldesa la señora esposa de aquél políglota presidente que lo mismo impostaba un acento tejano que hablaba catalán en la intimidad. Y todavía hubo quién se llevó las manos a la cabeza y dijo ¨pero si yo a esa no la he votao¨. Pues claro que no, amigo, ni puñetera falta que le hacía para ser alcaldesa que usted la votase, con estar en esa lista le basta y le sobra. ¿No querías una ¨democracia¨ maravillosa de partidos nacida de la de la Sacrosanta Transición tutelada por ese simpático bigardo a la par que campechano monarca? Pues toma, dos tazas.

En nuestro caso (y en el de la mayoría de los países de Europa, no nos engañemos) aquellos que votan no están representados, puesto que en democracia formal sólo puede representar a un ciudadano el diputado electo por mayoría absoluta de su circunscripción, con mandato imperativo y con posibilidad de revocación. ¨Impeachment, querido George¨ que le diría nuestro honorable expresidente a su amigo americano, con ese acento tan sandunguero de la Texas más petrolífera y ganadera.

En la segunda parte del retruécano, en la que los que eligen sí saben lo que votan, se pone de manifiesto otra de las perversiones que quiero denunciar en éste artículo. La de que el candidato a presidente es designado por el Rey de España tras consultar a los grupos parlamentarios que constituyen el Congreso de los Diputados, siendo que la costumbre determina que sea el candidato del partido político vencedor en las elecciones generales el que es investido como ¨Presidente del Gobierno¨ – jefe del ejecutivo, para los amigos- permitiendo que su partidista trasero y los de los ministros que él designe a dedo, se acomoden en los bancos de color azul que de niños creíamos que les conferían dignidad y distinción a los gobernantes, y que hoy descubrimos gracias a la lúcida erudición de Don Antonio García Trevijano que lo que les confieren es la dignidad que puede tener una mosca cojonera que vigilase a los señores legisladores, controlando sus votaciones, coaccionándoles en sus decisiones y coartando en definitiva su libertad para ejercer la tarea para la que se supone que han sido elegidos. Claro que sigue habiendo niños con derecho a voto que siguen creyendo en esa bastarda dignidad de banco azul.

En definitiva, que si queremos acabar con ésta parodia contínua de democracia sainetera, que parece diseñada por el peor de nuestros enemigos, en una interminable broma cruel que ya nos está costando más sudor y lágrimas que carcajadas, y queremos conquistar la libertad política colectiva, no nos queda otro remedio que deslegitimar de manera pacífica este régimen de oligarquía de partidos absteniéndonos de votar en las elecciones como se abstiene de beber en una boda aquél que va a conducir (aunque tenga muchas ganas de empinar el codo) o como se abstienen los turistas de tocar el género en las tiendas de cerámica de Despeñaperros antes de ingresar en ese paraíso terrenal que es Andalucía, ante la advertencia de ¨el que rompe, paga¨.

Pues eso, andaluces, ahora os toca a vosotros: absteneos, porque ¨el que vota, paga¨ , y lo paga bien caro.

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