Este pomposo y quizás pretencioso encabezamiento para las palabras que siguen no es más que una permutación del título del ensayo de Michel Onfray publicado en 2005, Tratado de Ateología, quedándose en esto la relación entre lo que sigue y la obra del pensador francés que, dicho sea de paso, también llegó a elaborar su propia teología política. Otra ideología mas. Me venía de perlas.
Antonio García-Trevijano definió con exactitud y claridad a las ideologías como «una verdad parcial que se puede presentar políticamente como universal».
Tras el fracaso del internacionalismo proletario, iniciado en la I Guerra Mundial y finiquitado tras la segunda, la máxima de Flora Tristán, «proletarios del mundo, uníos», quedó definitivamente sin efecto y el mundo se partió en dos.
En el momento en que se produjo el desmantelamiento de la URSS, la izquierda tradicional se queda sin soporte, se tambalea, necesita transformarse y, para ello, precisa de muletas para sostenerse. Estas muletas son complementos ideológicos definidos por el profesor Dalmacio Negro como «ideologías modales» que, unidas a las mutaciones confusas y tergiversaciones interesadas del marxismo, del marxismo-leninismo y del anarquismo, conforman el totum revolutum ideológico de la izquierda posmoderna.
Lo que podríamos denominar como «derecha ideológica» tampoco es ajena a estos nuevos tiempos. Así, ante la desaparición del Imperio soviético, ya no puede apuntar a un enemigo político concreto, viéndose impelida a generar ex nihilo sus propias ideologías modales y tomando conceptos de la izquierda o del anarquismo proudhoniano; véase el anarco-capitalismo como punto culminante de lo que se ha dado en llamar «neoliberalismo».
Parece que, a la manera de los agujeros negros, nada pudiera escapar a las fuerzas gravitatorias de las ideologías. «Incluso las ciencias, exceptuando a la Física, son ideológicas: Historia, Economía, Sociología…».
Antonio Gramsci descubrió que las ideologías nacieron de la sociedad civil, no de los partidos o del Estado. Pero en los Estados de partidos son éstos las fuentes de las que brotan las ideologías actuales que, en una suerte de simonía política, compran y venden en el mercadillo del consenso. A nuevas oportunidades políticas, nuevos complementos ideológicos y nuevas emanaciones legislativas. Esta eclosión de parcialidades impuestas desde el Estado como universales oculta, por acumulación, una mentira y una verdad. La gran mentira juramentada por todos los invitados al banquete del Estado, de hacernos creer —de ahí la fe ideológica de lealtades inquebrantables— que vivimos en una democracia, cuando en el mejor de los casos estamos ante un régimen de libertades otorgadas. Y la única verdad que escapa al influjo ideológico es la de las reglas del juego de la libertad política, que se constituye en ideal político.
Las ideologías que puedan nacer en el seno de la sociedad civil tienen su campo de acción en la jugada política, pero las reglas del juego, siendo un ideal político, no pueden ser ideológicas.
Sólo la república constitucional, con la antagónica separación de los poderes ejecutivo y legislativo, con la independencia absoluta del poder judicial y el sistema electoral mayoritario y uninominal, garantiza el marco político aideológico capaz de albergar las más encarnizadas luchas políticas sin menoscabo de las instituciones ni de la libertad política colectiva que las ha de sostener. Unas reglas del juego neutras para el desarrollo normalizado de las diferentes jugadas. De esto trata en una pequeña parte el pensamiento político de don Antonio García-Trevijano y su rico legado, depositado en el Movimiento de Ciudadanos hacia la República Constitucional (MCRC).
Magistral resumen, en el último párrafo, de las ideas que oí y leí del maestro García-Trevijano.
Lo complicado es probar por evidencia empírica lo del “Sólo”, lo del “garantiza”. Lo de la neutralidad de las “reglas de juego” puede ser, el problema es la neutralidad del árbitro…
Lo del sistema electoral es complicado, pues que tenga que ser, necesariamente, “mayoritario y uninominal” para garantizar la democracia, será para garantizar la ortodoxia de la escuela, eso seguro, otra cosa es garantizar en la práctica, por ejemplo, la “blancura” electoral de los candidatos… ¡eso ni con lejía, ni con colón, Colón, ni con Ariel! Aunque no hubiera partidos, dada la “fragilidad humana”, nada nos garantiza realmente nada y habría que “sanear”, de cuando en cuando, toda la cuadra de la política con Zotal.
Por último fía, de manera excesivamente abstracta, en “la libertad política colectiva” que ha de sostener las instituciones, prescindiendo por completo de las condiciones materiales de la libertad, que parecen darse por supuestas, además de la sesera. Al hombre y al ciudadano corriente le importa, y mucho, qué ha de comer y qué ha de beber, por más al Maestro como al ínclito de la Cuesta no les entraba en la cabeza esta cuestión. Quizás si el MCRC moviera más el intelecto para buscar soluciones concretas y prácticas al “el hambre y a la sed de justicia de los pobres” su “teoría pura” se conociera, entendiera, difundiera mejor y asimilara mejor. Saludos cordiales.
Magistral resumen, en el último párrafo, de las ideas que oí y leí del maestro García-Trevijano.
Lo complicado es probar, por evidencia empírica, lo del “Sólo”, lo del “garantiza”.
Lo de la neutralidad de las “reglas de juego” puede ser, el problema es la neutralidad del árbitro…
Lo del sistema electoral es complicado, pues que tenga que ser, necesariamente, “mayoritario y uninominal” para garantizar la democracia, será para garantizar la ortodoxia de la escuela, eso seguro, otra cosa es garantizar, en la práctica, por ejemplo, la “blancura” electoral de los candidatos… ¡Eso ni con lejía, ni con Colón, ni con “Ariel es blancura”!
Aunque no hubiera partidos, dada la fragilidad humana, nada nos garantiza realmente nada, y habría que “sanear”, de cuando en cuando, toda la cuadra de la política con Zotal.
Por último, la purísima teoría del maestro fía, de manera excesivamente abstracta, en “la libertad política colectiva” que ha de sostener las instituciones, prescindiendo por completo de las condiciones materiales de la libertad, que parecen darse por supuestas, además de la sesera.
Al hombre y el ciudadano corriente le importa, y mucho, qué ha de comer y qué ha de beber, por más que al Maestro, y al ínclito don Miguel Gómez de la Cuesta, no parece que les entrara en la cabeza la capital importancia de esta cuestión.
Quizás si el MCRC moviera más el intelecto para buscar soluciones concretas y prácticas al “hambre y sed de justicia de los pobres”, su “Teoría pura de la República Constitucional” se conocería, entendería y difundiría mejor.
Estimado señor, ante todo pedirle disculpas por el retraso en esta respuesta, hace un año ya. Pero hoy, ha caído en mis manos este artículo por casualidad, que no había vuelto a leer desde que se publicó y no quería dejarlo sin respuesta. También, quiero agradecer su comentario.
Creo que usted mezcla y confunde varias cosas; comenzaré por el final.
El MCRC, es un movimiento pre-político y que, por lo tanto, no entra en la jugada política. Entre sus fines no se halla la erradicación del hambre en el mundo, ni la felicidad universal, ni nada por el estilo, aunque evidentemente y a título personal, le podría asegurar que todos sus asociados estaríamos encantados de que el hambre y la sed de justicia de los pobres desapareciera de la faz de la Tierra. Por lo tanto no hay ninguna incompatibilidad entre nuestros objetivos como asociación y nuestros deseos como criaturas humanas. Respecto de las “soluciones concretas” que reclama, le debo preguntar que bajo qué sistema o régimen político. Si es en la oligarquía de partidos sustentada en la Corona, no hay caso. Es más, me parece una ingenuidad pretender algo así después de más de cuarenta años de corrupción moral, sistémica y sistemática; “la corrupción es factor de gobierno”.
Sigo hacia arriba. Habla usted de “manera excesivamente abstracta”. Está, permítame, muy confundido. La libertad política colectiva es la libertad constituyente, la que es fundante y fundadora. Habla usted de las condiciones materiales de la libertad y creo que se refiere a la igualdad material, cosa imposible por utópica. No nacemos iguales y nunca podremos ser iguales. Lo que defiende y consigue la República Constitucional es la igualdad de condiciones y de oportunidades. El árbitro como usted lo llama, son las instituciones inteligentes de control del poder político. El sistema mayoritario y uninominal es efectivamente, el único que puede considerarse como democrático, cada diputado es elegido con su nombre y apellidos por su circunscripción a segunda vuelta y además, pagado por su distrito, ese es el Ariel. ¿Por qué? Porque el sistema proporcional que padecemos, impide la representación del ciudadano ya que no hay distinción entre el Ejecutivo y el Legislativo, es el primero el que legisla y es el segundo el que aprieta el botón que le han ordenado desde arriba que apriete y eso, señor mío, no se parece en nada a la representación política.
Para terminar, el MCRC no está en contra de los partidos políticos, está en contra de que estén incrustados en el Estado y financiados por el Estado. Es más, creo que son necesarios en la sociedad civil, de donde nunca debieron salir. Reciba un cordial saludo.