En Puente Genil, Córdoba, un colegio retira el nombre de Maeztu en atención al chiringuito Nürnberger Gesetze de la Memoria que en Andalucía regenta el gobierno de los Juanmas, “vaya par de gemelas”, que diría Lina Morgan, dado que el chiringuito Nürnberger Gesetze del Género también es franquicia suya.
No es por el huevo (al colegio, como si le ponen “Rocinante”), es por el fuero: la memoria histórica (?). A Maeztu lo mataron simplemente porque escribía en ABC, cuyo director, Juan Ignacio Luca de Tena, lo reconoció como “el más intelectual de los intelectuales asesinados durante la revolución”.
–En memoria de mi padre fundé el “Premio Luca de Tena” para artículos anónimos, para diferenciarlo del “Cavia”. Y el jurado se lo otorgó a Maeztu, sin saber quién era el autor.
Maeztu es anarquista a los veinte años, y a los treinta, republicano y krausista: escribe en “España”, la revista de la izquierda, y en “El Sol”, donde, andando el tiempo, alterna con Ortega los editoriales laudatorios para la Dictadura de Primo, hasta ir a fundar “Acción Española”, intelectualmente antagónica de la Institución Libre de Enseñanza.
–Ser es defenderse.
Ortega (¡qué españolidad, lo suyo!) primero le dedica sus libros y luego retira las dedicatorias. Pemán lo ve viajar de Kant al espíritu y del espíritu a la fe: comulga con las manos en la espalda y recibe de pie la Forma, “anticipándose a la nueva liturgia post-conciliar”. Gecé lo llama “el mestizo vasco-inglés” (¡quince años en Londres!)
En agosto del 36, los milicianos llegan preguntando por “un párroco llamado Negrete”; Maeztu contesta altivamente y los bárbaros lo toman por un cura disfrazado; les muestra su carnet de diplomático, pero su nombre no les suena y se lo llevan. “Claridad”, el diario de Largo Caballero, informa de la detención de Maeztu como “perteneciente a una generación de escritores traidores”.
–Don Víctor, ¿cuándo nos asesinan a usted y a mí? –había dicho, en abril, Maeztu al encontrarse por la calle a Pradera.