ROBERTO C. INSUA.
Las personas desesperadas que soportan la presión de unas leyes rígidas u otras ordenanzas que son quebrantadas con normalidad por el poder fáctico, muestran la verdad del deterioro de los derechos naturales, convirtiéndose en protagonistas de muertes violentas y apareciendo en los titulares de la primera página en los medios de comunicación. Esta presión mediática de la realidad obliga a un gobierno molesto a modificar leyes y a salir de la política del avestruz.
Los daños colaterales y persistentes de los poderosos hacia la población más débil son producto de su avaricia desmedida y desconsiderada, pues no tienen en cuenta las reivindicaciones éticas de los activistas que llevan años luchando por la abolición de las desigualdades sociales; descubriendo a unos gobernantes fríos e impasibles, que adoptan soluciones tardíamente ante el clamor social y el fracaso constatado por los forenses.
Desde el punto de vista de algunos políticos, las emociones y los estados de ánimo de la población son triviales y por tanto no merecen consideración alguna, los paradigmas de gobernanza no pueden estar exentos de inteligencia emocional; facultada para comprender, reconocer, reflexionar, flexibilizar y conectar con las demandas de los ciudadanos. Los dirigentes políticos deben estar capacitados para sintonizar y cooperar con la sociedad, así cambiar leyes obsoletas. Los estamentos del poder judicial no pueden ser meros transmisores de la ley escrita, para ser creíbles por los ciudadanos deben implicarse moralmente.
Las voces resonantes del pueblo necesitan encauzar las reivindicaciones en el contexto democrático manifestándose pacíficamente en contra de la casta política dirigente. La ciudadanía cambiando profundamente sus conductas pasivas, puede construir un proceso de influencia de compromiso proactivo, que permita ver y escuchar las realidades inhumanas en un contexto que impulse la ética social y lidere conscientemente emociones auténticas, que reconozcan la importancia de activar el elevado sentido cultural de los valores humanos.