JOSE MARIA ALONSO ALBERO.
Los abstencionarios, a diferencia de los abstencionistas, debido a nuestra intención de servicio a la libertad política colectiva, nos hemos puesto la tarea de realizar un activismo diario de carácter pedagógico que ha de estar dirigido por la constancia y la paciencia, lejos de algaradas y agitaciones estériles, de modo que gota a gota podamos erosionar el caparazón psicológico creado por la propaganda adoctrinadora partidocrática que aísla la libertad de pensamiento de los españoles y de la gran mayoría de los europeos en esta interminable posguerra.
Es nuestra obligación autoimpuesta hacer entender a nuestros conciudadanos, en cualquier parte y con los medios que tengamos a nuestra disposición, que votar no es un deber cívico, sino un derecho político que puede o no ejercerse. Que si se ejerce en un país donde exista oligarquía de partidos y sistema proporcional, debe hacerse con pleno conocimiento de lo que ello significa, que es prolongar la existencia de regímenes no democráticos de posguerra que niegan la libertad política colectiva y que jamás van a solucionar los problemas de la sociedad civil a la que pertenecemos, sino que van a retroalimentarse para acumular más poder integrados en el Estado (totalitarismo) y separados de la sociedad civil a la que deberían pertenecer.
De ese modo algunos conocidos de quien firma este artículo, de diferentes nacionalidades, han descubierto que no son demócratas, puesto que una vez informados, y sabida y entendida la verdad, permanecen en su empeño de querer creer que la oligarquía de partidos les representa y de que hay separación de poderes y no de funciones por el mero hecho de existir esos tres poderes y poder pronunciar sus nombres en frases diferentes. Se les embotan los sentidos y se les llena la boca de orgullo pseudodemocrático al hablar del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, aunque se les quite la venda de los ojos ante la evidencia que los dos primeros conviven en una misma cámara, rehén el segundo del primero, y de que el Judicial está manejado por los partidos al ser nombrados los miembros de su máximo órgano rector, el CGPJ, por los jefes de esos partidos.
Ante semejante dimisión mental ya no cabe compadecerse como se compadece el que sabe del que ignora, desde ese momento y una vez conocida, entendida y rechazada la verdad, esos conciudadanos se alinean.
El mejor servicio que podemos hacer para la libertad de nuestros países y para el futuro de las jóvenes generaciones es ser pacientes y constantes, mantener la cabeza fría y permanecer leales a nuestros ideales democráticos, difundiéndolos palabra a palabra, despertando hombre por hombre, con sosiego y tesón. Aunque veamos que a nuestro alrededor se desmorona la economía, que reina la injusticia, que hay corrupción, que se deshaucia a la gente, que hay paro…Seamos constantes, hagamos comprender a nuestros amigos, allegados y conocidos que cada medida destinada a solucionar un problema que aqueje a nuestros países tiene una etiología, un orígen radicado en lo político más que en la política –no ejercitada en su plenitud por imposibilitarlo unas reglas del juego falsificadas- , que los ciudadanos somos quienes a través de nuestros representantes debemos sugerir cuando no proponer las soluciones a nuestros problemas y que nuestra voluntad no puede ser defendida y ejecutada por parlamentarios que no podemos destituir y que no han ido a sentarse en sus escaños con nuestro mandato imperativo. Hasta que no se den esas condiciones, que son las de la democracia formal, no debemos acudir a las urnas.
Informemos, formemos, difundamos, hagamos pedagogía y despertemos a los súbditos para que permanezcan en la vigilia del ciudadano responsable. Mantengámonos lejos de las provocaciones del poder partidocrático, que nos prefiere en la calle para reprimirnos, porque sabe que su somnífero adoctrinamiento orwelliano repleto de tópicos (Constitución 78 es democracia- rey salvador y guardian de la democracia) ya no surte efecto y que tiene perdida la batalla intelectual.