PACO BONO.
Cámara y acción. Circulo con mi coche. Es mediodía. Hay apetito. La radio suena de fondo, como el motor, el noticiario. El locutor emite su opinión, habla de Obama, de su victoria. Me llama la atención una de sus afirmaciones. Según el periodista, los mercados han castigado a Estados Unidos debido a que la separación de poderes del régimen americano ha impedido que Obama obtenga un apoyo mayoritario en el Congreso, no pudiendo por ello sacar adelante sus medidas contra la crisis; o sea, el sistema no le permite actuar como un dictador, respondo para mis adentros, sólo faltaba. ¿Qué emisora escuchaba? Se sorprenderían. ¿La separación de poderes como causa de la incapacidad política? ¡Manda narices! En tal caso lo sería la no división, que es lo que ciertamente limita la acción ejecutiva del Presidente de la República, triste dependiente del poder legislativo y de su veto. Aunque Estados Unidos sea la única democracia representativa del mundo, hito casual, excepcional, sin precedentes en la historia, debe reforzar la independencia de los poderes, ejecutivo del Estado y legislativo de la Nación. Y este es el problema al que se podría haber referido el periodista si no buscase faltar a la verdad.
La socialdemocracia Europea, el gran amaño del Siglo XX, nos tiene lavada la cabeza. Como explica Don Antonio García Trevijano en su magnífico libro Teoría Pura de la República, Europa ha mitificado la Revolución Francesa, que resultó un fracaso y acabó derivando en los regímenes de partidos que metieron a Europa en dos terribles guerras durante el Siglo XX. La Europa política actual se inspira en esa farsa revolucionaria y radica de la unión del totalitarismo del Este (asumido tras la caída del muro) y la socialdemocracia conservadora del Oeste (reconstruida por EEUU tras la Segunda Guerra Mundial). En Europa no hay una sola democracia formal y representativa, tan sólo repúblicas y monarquías parlamentarias con sistema de reparto de poder porcentual previa consulta popular. Política futbolística, vamos.
Algo parecido, pero peor, sucede en Sudamérica, donde el totalitarismo sobrevive en Cuba y crece en países como Bolivia y Venezuela de la mano de regímenes partidocráticos, como no podía ser de otra manera. “América para los americanos”, sin embargo, los EEUU jamás han promovido ni apoyado allí la creación de ninguna otra democracia representativa fundada tras un periodo de libertad constituyente. Muchas personas opinan que los yanquis intervienen en las naciones extranjeras como lo haría el perro del hortelano, devaluando su república democrática por causa de su tantas veces hipócrita y oportunista política exterior. Por esta razón queda en segundo plano la estrella que es EEUU para el mundo, el motivo de su prosperidad y liderazgo moral, económico, cultural y político, la libertad política de que gozan sus ciudadanos.
Los europeos vivimos en la frustración porque nuestros regímenes se asientan en mentiras: ni somos libres, ni podemos decidir, somos siervos, súbditos con libertad tolerada y tutelada por entes “superiores” que nos consideran meros legitimadores de la trama que enmascara su poder repartido (que no separado). Nos venden una Unión Europea a imagen y semejanza a la de los Estados Unidos de América, ¿y quién se cree esta falacia? Por eso les interesa convencernos de que aquello es como esto, y viceversa, de ahí la parafernalia montada para alimentar la corrupción política e intelectual de los europeos. Hasta tal punto han triunfado en su maldad mediática que “artistas” como Alejandro Sanz han llegado a firmar que “no comprenden” que Nueva York sea una ciudad tan abierta y plural perteneciendo a Estados Unidos, ese monstruo tan feroz que nos somete. Quizá gran parte de la culpa de la mala publicidad que tiene USA provenga de la decisión que tomó de liderar occidente aceptando como democracias a las naciones que rescató de la barbarie totalitaria, cuando en verdad sabe que no lo son. Tal vez ésta sea la causa de la confusión general al respecto de la República de los Estados Unidos de América; porque no se entiende cómo un país tan escrupuloso con los derechos Constitucionales de su Nación frente al Estado, garantizados férreamente mediante sus formas republicana y democrática, tolere y haga uso de todo lo contrario cuando se trata de las naciones extranjeras. Y he aquí su mayor pecado, los americanos saben bien que los pueblos que no son libres, son más fáciles de controlar y someter.