En el día de San Jorge la derecha de Madrid puso a su candidata por Barcelona a firmar ejemplares de la Constitución’78 en la Rambla Cataluña.
La Constitución’78 no es política (reglas del juego y sanseacabó), sino ideológica. Eso significa que en el paraíso que describe siempre anda suelta una serpiente, y así se vio aquí cuando el Rumasazo (“Tó pa’l pueblo”, en resumen de Guerra), perpetrado con el “voto de calidad” de Manuel García Pelayo, hombre, al fin, bien orgulloso de la mecánica alemana de la Constitución’78 y sus espantosas gárgolas góticas, como ésa del “Estado social de Derecho”, tomada del socialdemócrata Hermann Heller, que suena a música de Kraftwerk y que gustó mucho aquí, dado el “enorme hartazgo de nimiedad, de pequeñez, de lacería aldeana” en la España locaza del 78.
Claro que García Pelayo no era ningún Carreras ni ningún Pérez Royo. En agosto del 36 se encontraba en Berlín y fue invitado a cenar por el fundador de la ciencia constitucional, Carl Schmitt, en su casa de Dahlem.
–Al despedirnos, el profesor me invitó a bajar a su biblioteca, de la que tomó un libro sobre Scharnhorst (mítico general prusiano), en una de cuyas primeras páginas escribió este aforismo de Jünger: “Nadie muere antes de cumplir su misión, pero hay quien la sobrevive”.
Con la candidata Álvarez de Toledo firmando ejemplares de la Constitución’78 (para ella, la obra más importante de España… ¡en 500 años!), también podía verme yo grabando a punta de obsidiana un corazón en la ceiba bajo la cual lloró Cortés, cuyas “Cartas de Relación” desde México-Tenochtitlán no me parecen inferiores a la Constitución de Abril Martorell y Alfonso Guerra en “Casa Manolo”. Pero preferí ver otra cosa: si los candidatos a diputados se ponen a firmar Constituciones, ¿por qué no se iban a poner los candidatos a novelistas a firmar Quijotes? E imaginé a Almudena Grandes dedicando ejemplares del Quijote en el “Cervantes” de su esposo, el Poeta de la Experiencia señor Montero.