Más camareros y menos abogados, pedía Bannon el otro día. En Soria y en Cuenca (¡la “España vaciada”!) no tienen ni lo uno ni lo otro, y han ido a buscarlo todo no a Valladolid y a Toledo, que son sus capitales autonómicas, sino a Madrid, que desde que dejó de ser capital, o así lo anunció Tierno en la TV catalana, nadie, ni siquiera Aguinaga, su cronista decano, sabe ya qué es. ¿La “región metropolitana” de Leguina? ¿El “centro del Estado” de Gallardón?
–Una realidad artificial, condenada a la existencia por la negativa de las comunidades limítrofes a integrarla –sentenció editorialmente el periódico global.
Ahora que echan de menos la cháchara de camareros y abogados, esas comunidades se presentan en Madrid (“rus in urbe!”) a leer a la Autoridad (“¿A quién defiende la Autoridad?”, era el grito de Salva en el 7 de Las Ventas) un manifiesto de Agro Vidal, decano de los cronistas de la Reconquista, que es un pilla, pilla por Castilla con marsellesa de la Ronda de Boltaña: “¡Defiende cada escuela y cada hogar / Por cada aldea vamos a luchar!”.
Uno, que viene de la “España vaciada” de bolsillos, puede decir que la gente se va a la “urbe” porque en el “rus” no queda nada que pillar. Es el modelo que exportamos a América, donde el “rus” respondía a las necesidades del indiano de la “urbe”, contrariamente al modelo anglosajón, donde la “urbe” respondía a las necesidades del colono del “rus”, un “free farmer” cuyo sueño era salir con el arado en los billetes de dólar: “el pueblo escogido por Dios”, en opinión de Jefferson, cínico ilustrado.
Si la gente, en fin, huye del “rus” a la “urbe” no es por vacío esencial (“le manque d’être!”), sino porque no tiene con quién hablar, lo cual, siendo parecido, no es lo mismo por lo que la gente de la “urbe” no sale a cenar, que es por no tener de qué hablar, como explicaba Lopera, aquel personaje del Betis, a sus arrendatarios con restaurante, que se le quejaban de no llenar.
Son los enigmas del “Homo loquax”.