Todo el mundo habla de democracia representativa, pero matan por las listas, como en los 80 todo el mundo hablaba de sexo, pero se casaban. Así está esto.
¿Por qué listas, si con reunirse los seis jefes de filas en un restaurante estaría la labor hecha? Pues por la representación, aunque no la política, sino la teatral.
Los dueños del Sistema, que los tiene, están por la solución Psoe-Ciudadanos que alargue la agonía socialdemócrata, y todo el tinglado, incluidos los vetos publicitarios, va en esa dirección. La agitación que vemos es producto de un fenómeno propio del Sistema: el solapamiento de consensos. El del 78, que no se acaba de ir, y el del separatismo, que no acaba de llegar. La espera la entretenemos con listas de nombres que los medios cantan como los niños de San Ildfefonso la lotería.
–Hay una frase francesa, “corriger la fortune”. Bueno, pues las listas permiten a los líderes “corriger la démocratie” –dice Robert Michels en su ley de hierro de la oligarquía.
Aquí, esa ley de hierro se fragua entre dos fórmulas infalibles: el “colócanos a todos” de Natalio Rivas y el “cantemos al Señor las alabanzas para llenar nuestras panzas” del canónigo de Santayana. Por eso el discurso único es el del voto útil, negación del ideal “un hombre, un voto”.
–Qué bonito es el poder cuando Dios nos lo concede.
Pues sí, señor. Igual de bonito que la venganza de José Alfredo Jiménez.
Sobre listas y votos útiles, recordemos los primeros resultados de la V República de De Gaulle por sistema mayoritario de dos vueltas: UNR, 189 escaños, por 10 de los comunistas. (Con sistema proporcional: comunistas, 88 escaños, por 82 de la UNR).
Tiempo perdido. En el gallo de Esculapio de Clarín, cuando los discípulos del maestro se disponen a cumplir el encargo, el animal les recuerda que en Sócrates todo es ironía, pero el lerdo de Critón pega una pedrada al gallo, que cae cantando:
–¡Quiquiriquí! Cúmplase el destino. Hágase en mí según la voluntad de los imbéciles.