Hijo adulterino de la Revolución Francesa y la Marcha sobre Roma, el Estado de Partidos, en el que todo es mentira menos lo malo, decreta el verificacionismo digital o censura de redes, con Ana Pastor como Censora de Delacroix guiando al Pueblo.
El verificacionismo es un falsacionismo con Pastor en lugar de Popper. Desde los estoicos no se había subrayado tanto la importancia de los atributos “verdadero” y “falso”. Todo periodista como es debido (liberalio) trabaja con arreglo al principio popperiano de la falsación (el cerebro es una hipótesis que fabrica hipótesis: falsarlas es pasarlas por el chino de la refutación). El artículo ideal debe, pues, construirse de tal modo que desde el comienzo se destaque la tesis a demostrar, con el periodista insertando ordenadamente sus tentativas de falsarla. Así, por ejemplo, esta ola periodística en pro de lo que en “román liberalio” llaman “libertad reproductiva”.
Históricamente, la idea liberal del “Leviatán” (contrato social de renuncia a la libertad política a cambio de protección del derecho a vivir) no conduce al liberalismo político, sino al absolutismo. De hecho, la idea de “libertad reproductiva” que circula por ahí sería una especie de “Cocktail 25 Años de Paz” de Perico Chicote con un cuarto de Gentile (copita de Jerez), otro cuarto de Mengele (copita de Solera) y unas gotas de crema de lima como lágrimas de Richard Dawkins que harían gritar de nuevo, ahora en su tumba, a Gustavo Bueno:
–¡Un cretino! ¡Un cretino!
Y se decía socialista la ministra Bibiana Aído al decir que abortar es como ponerse “teeeta” (“teeta” ¿para qué, si vas a abortar?, sería la objeción leninista), cuando apenas llegaba, la pobre, a liberal, de este liberalismo hijo adulterino de Chomin Ziluaga (partidario del aborto porque “se hace en condiciones tales que peligra no sólo la vida de la madre, sino también la de la criatura”) y Gloria Steinem, para quien la causa del cambio climático es que las mujeres abortan poco.