En una sociedad como la española, en la que cualquier referencia histórica es cutre, casposa y hasta fascista, defender la verdad (también histórica) es de intolerantes. Sostener la libertad colectiva -nada que ver con los disparates, desenvolturas u holganzas, que toleran el Gobierno, la judicatura y el legislativo- sino la verdadera libertad de nadie contra alguien y uno frente a todos; eso es falta de progresía y generosidad. Defender la individuación frente a la colección, eso es incivismo, insolidaridad y conservadurismo.
Proponer la verdadera democracia frente al teatrillo de las Cortes actuales, es plantear mitos y quimeras. ¿Democracia, para qué?, parafraseando a Lenin. ¡Esto ya es democracia! Insisten. No se puede pedir armonía y conciliación de derechos iguales para todos, hay que imponer la diversidad y especificidad de las minorías frente a las mayorías. ¡Eso es democracia! Insisten.
La convivencia es el valor en alza; lo ha señalado Felipe Borbón hace unos días. La compañía es más fuerte que la Libertad y la Democracia. Pero qué compañía o convivencia es posible, cuando las minorías no quieren; y las actuales minorías piden un respeto, que no guardan a la mayoría. El gran problema es resolver la cuadratura del círculo con “consenso”. El consenso es dar igual valor al cinco que al noventa y cinco por ciento.
El dominó no se cerrará con fichas mal colocadas. La libertad es el fundamento de cualquier sociedad decente, coherente y justa. NO puede haber convivencia donde no hay libertad y en España no la hay. Si las personas con poder confunden –interesadamente- a la ciudadanía, nunca corregiremos nuestros conflictos. Mientras sigan los politicastros, no saldremos de la ignominia y de la servidumbre. Por eso yo no voto. Y cuando conquistemos la Libertad, todo arrancará desde el principio, nada es intocable. La soberanía no se somete a barreras, o no es soberana.
Nuevas caras o nombres de quienes quieren vivir de la política, es otra trampa; nuevas ideas y planes de reforma, es otro ardid; nuevas consignas y lemas, es otro fraude. No caigamos en la complacencia y tolerancia; las ocurrencias no combaten los abusos previos, los enmascaran y nos distraen del verdadero propósito: alcanzar la libertad colectiva. ¡A por ella, ahora y siempre!