En Andalucía se va a triplicar un régimen: socialistas, populares y centristas son tres zapatos del mismo pie, y la preocupación de Zapatero, el mandadero de Maduro, por los pactos andaluces es falsa.
–Tras tanto trajín, los términos han devenido puras trampas –tiene escrito el ideólogo de C’s (¡no de Vox!)–: ese centro que parece sugerir mucho sin significar nada en concreto. Ese disfraz, ese salvoconducto, ese guiño al establishment progre, esa estafa intelectual, ese extremismo de la ambición.
Tres zapatos del mismo pie hacen que España (como el resto de la Europa socialdemócrata) ande coja, y, sin embargo, pervive en el Madrid oficial un señoritismo de portería que me tiene fascinado. Son esos intelectuales que hablan de la Constitución como las porteras de Gómez de la Serna hablaban de sus porterías con leones o perros de yeso: “¿A qué artículo dice usted que va?” “Pase”. “Espere”. “Usted sí”. “Usted no”.
No nos pondremos tan cursis como los redactores de la Declaración de Derechos, cuyo artículo 16 dice que sólo hay Constitución si separa los poderes. Con sacar a un solo español de la Constitución, ésta deja de serlo. La del 31 no lo es porque, por una majadería de Araquistáin, ampara exclusivamente “a los trabajadores”. Idealmente, una Constitución son las reglas del juego político, y a diferencia de la ley, que ampara el derecho de todos contra uno, ampara el derecho de uno contra todos. Por eso sorprende ver a tanto señorito de portería diciendo quién está dentro y quién está fuera de la Constitución. A mí, más que a Martín, el mítico portero de Pachá, me recuerdan a las porteras de Céline.
–Ciertas porteras de nuestros pagos sucumben a su tarea, se las ve lacónicas, tose que tose, deleitadas, pasmadas; es que están abrumadas, las pobres mártires, consumidas por tanta verdad.
Y quizás sea ésta la principal aportación de Valls (“En un mot? Je suis républicain, de gauche, français. Bref, Manuel Valls”) a la vida española.