El filósofo alemán Peter Sloterdijk ha dicho en “Le Point” que el movimiento francés de los chalecos amarillos “expresa de manera clamorosa la gran crisis de la representación en que estamos inmersos”.
La representación no puede estar en crisis por la sencilla razón de que en Europa nunca ha existido, aunque cómo estará la cosa para que un socialdemócrata como Sloterdijk apunte a la ruina europea del principio representativo.
Por decir eso, aquí los flabelíferos del consenso todavía te llaman fascista. Europa, como sabemos por Zapatero, es el consenso, ese concepto (negador, por definición, de la representación, que es decir de la democracia) que Fernández de la Mora pusiera en circulación en los 60.
Si el “fair play” era la cándida ilusión inglesa que creía haber descubierto una manera caballeresca de pescar truchas y cazar zorras, el consenso es la cándida ilusión española que cree haber descubierto una manera caballeresca de tirar de la manta (¡en Andalucía!), sin percatarse de que el Estado de Partidos, si tira de la manta, es para repartírsela.
En los 70 hubo un pleito ruidoso entre el abogado García-Trevijano, apoderado del diario “Madrid”, y el director de “Pueblo”, Emilio Romero, que le atacó con un “Tirando de la manta” en su periódico; el abogado respondió que si el periodista tiraba de la manta, sería para llevársela; y el periodista se querelló por injurias. El abogado reveló luego que Tarancón, cardenal, pero enredador, le llamó entonces para contarle que de su época de párroco en Burriana recordaba un caso judicial por desaparición de unas mantas en un sanatorio dirigido por Romero en los 40. El abogado negó que injuriara al periodista con el argumento del debate Lincoln-Douglas: Douglas llamó indeciso a Lincoln comparándolo con el asno de Buridán; Lincoln respondió que, en tal tesitura, Douglas se comería los dos haces de heno a la vez.
–¡Y con eso Lincoln no está llamando comedor de paja a Douglas!
Nadie en Andalucía va a tirar de la manta.