Duele, duele a la Hispanidad tanta barbarie contra la nación venezolana.
La situación por la que está pasando la nación hermana ha llegado a su punto crítico con las oleadas de venezolanos huyendo de la tiranía criminal de Maduro, que no solo asfixia a la población condenándola al hambre y la privación de las necesidades básicas, sino que le niega la libertad política colectiva.
Los indicadores observables ya lo vienen reflejando a lo largo de los últimos años, como es el caso del Índice de Estados Frágiles (FSI, por sus siglas en inglés). Las condiciones no hacen sino empeorar día a día. Colombia se encuentra con que tiene que asistir a 600.000 refugiados venezolanos, y con las huidas masivas hacia Perú, Ecuador o Brasil se asiste a la multiplicación de una la tragedia que no tiene precedentes en Hispanoamérica. La crisis de los refugiados venezolanos apunta a que superará la vivida en Siria. ¿No es esto suficiente para considerarla una amenaza a la paz y seguridad internacional?
Otros indicadores de distinta naturaleza, pero igualmente esclarecedores, son el incremento de los delitos de robo en el mar territorial de Venezuela en un 167% en 2017 respecto al año anterior, como refleja el informe anual de ese año de Oceans Beyond Piracy. Sin duda, supone una evidencia que se correlaciona con el camino de Venezuela hacia convertirse en un Estado fallido, que de hecho ya lo es.
Huelga ya seguir incidiendo en las atrocidades del régimen tiránico de Maduro contra su propia población, y es hora de apuntar a la causa que conduce a la única solución posible: la intervención de la comunidad internacional bajo los auspicios de una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.
La negativa de Maduro a permitir ayuda internacional, junto con su política criminal, lo sitúan en una flagrante violación de la responsabilidad de proteger a sus ciudadanos que tiene todo gobernante según la ONU, y que aparece en la Comisión Internacional sobre Intervención y Soberanía de los Estados por primera vez en 2001. La soberanía no solo da al Estado el derecho de controlar sus asuntos, sino que le obliga a proteger a sus ciudadanos. Si el gobierno incumple esa obligación, la comunidad internacional debe intervenir, asumiendo esa responsabilidad.
En 2009, un informe del recientemente fallecido Kofi Anan, secretario general de la ONU en ese momento, abunda en la manera de hacer efectiva la responsabilidad de proteger: Si es evidente que un Estado no está protegiendo a su población, la comunidad internacional debe estar dispuesta a adoptar medidas colectivas para proteger a esa población de conformidad con la Carta de las Naciones Unidas.
Los hechos en Venezuela encajan en las soluciones que la ONU aporta.
Por otra parte, habida cuenta de la que la ONU no cuenta con fuerzas propias diferentes de las aportaciones concretas de los Estados miembros, las organizaciones regionales están llamadas a desempeñar un papel fundamental a la hora de asumir la responsabilidad de proteger cuando los Estados tiránicos hagan una dejación de dicha responsabilidad.
En este sentido, sobre la base no solo de la catástrofe humanitaria, sino también del incremento de refugiados que amenaza con desestabilizar la región, que es una amenaza clara a la paz y seguridad internacional, urge una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU instando la intervención de una fuerza multinacional Hispanoamericana que deponga al tirano y alivie la situación trágica que vive la nación venezolana.
Una vez alcanzado este objetivo, se debe iniciar necesariamente un periodo de libertad constituyente que será complejo por las terribles condiciones que el chavismo ha legado: se estima que la tasa de homicidios se sitúa en 92 por 100.000 habitantes (en los EE.UU. es de un 6 por 100.000), siendo Caracas una de las ciudades más inseguras del mundo.
Si bien la provisión de armas que el régimen de Maduro realiza a sus acólitos da una idea de la complejidad del periodo de libertad constituyente, éste ha de conducir necesariamente a una República Constitucional que separe los poderes en origen y asegure la representación de la Nación venezolana a través de circunscripciones uninominales, a doble vuelta, por mayoría absoluta y con carácter revocable: una democracia formal que evite las tiranías criminales como la del chavismo.
Duele Venezuela, nos duele a los hispanos bien nacidos, nos hace sangrar.
Es hora de que la Hispanidad reaccione, es hora de la acción. Nos lo exige el derecho internacional, la Historia y la fraternidad con los venezolanos.