Un pariente americano quiere saber por qué el diario gubernamental dice que lo de Sánchez es “el mejor gobierno de la democracia”.
– Porque es el gobierno más franquista –le digo, y levanta una ceja (“highbrow”).
Para que la baje (“lowbrow”), le doy tres razones: es un gobierno que nadie ha votado, es un gobierno que trabaja mirando a Franco y es un gobierno cuyo “mecanismo esencial de funcionamiento” es, según su presidente, “el consenso”, concepto puesto en circulación en España por Gonzalo Fernández de la Mora en 1965: contra el entusiasmo, “que es como el vino” (Voltaire) de los tribunos, el consenso, que es silencioso, “pues se manifiesta por omisión”:
– El que calla otorga, y quien acata sostiene.
Exactamente lo que tenemos delante.
Desde el 65, todo el tardofranquismo gira alrededor del consenso. En el 66, el Referéndum se presenta sobre las tres legitimidades del Régimen (“Jefatura del Estado, Cortes Españolas y Consenso del País”). En el 69, la ley sindical ofrece “el cálido consenso de la unanimidad”. En el 74, el espíritu del 12 de febrero de Arias sobrevuela la figura del general “sobre cuya persona gravita el consenso del pueblo español”.
– Lo más noble del saldo colectivo de la Humanidad, que es la ciencia, se ha hecho mediante el sereno consenso de la minoría sabia –sostenía en su ensayo Fernández de la Mora, de quien hoy abrevan, sin cita (quizás sin saberlo), todos los Inneraritys del consenso señorito patrocinado por la industria de “la gobernanza democrática” o socialdemocracia.
¡Ciencia! ¡Astronautas! Ya en agosto del 69, para presentar el consensuado II Plan de Desarrollo en las Cortes, su comisario, López Rodó, comenzó recordando “el primer vuelo humano en órbita lunar y el momento emocionante en que sus protagonistas leyeron, con voz pausada y solemne, las primeras palabras del Génesis”.
El elogio del consenso que hace Sánchez incurre, pues, en delito (¡consensazo!) contra la ley de memoria histórica… del sanchismo.