La percepción de la comunidad internacional sobre Venezuela ha cambiado dramáticamente en los últimos dos años. De una visión superflua y maniquea que ponía todas sus esperanzas en una fallida vía electoral, hoy la comunidad de países entiende que el régimen de Nicolás Maduro no entregará el poder democráticamente; y la fuerza, bien sea económica o militar, será necesaria para restablecer la institucionalidad en Venezuela.
El triunfo de la alianza opositora MUD en las elecciones legislativas de 2015 alimentó la ilusión de un cambio dentro de las condiciones del estado chavista. Pero esta ilusión se desvaneció muy pronto ante la anulación del poder legislativo por parte del régimen, y luego con la total ausencia de vocación de lucha en el seno de la alianza electoral opositora.
Precioso tiempo desperdició la MUD en intentos inútiles de agotar todas las formas legales permitidas por el estado chavista para un supuesto cambio político. Una a una esas formas fueron descartadas por el régimen a través del uso de su aparato jurídico-político-militar. A esto se suma el paso del régimen a la ofensiva, convocando la elección fraudulenta de una Asamblea Constituyente y llamando a elecciones de gobernadores y alcaldes sin ningún tipo de garantías políticas para adjudicarse sin dificultad la totalidad de los cargos.
Esto ha creado una situación en la cual el régimen se procura una legalidad a su medida para ejercer todo el poder sin ningún tipo de controles o contrapesos institucionales. Es la configuración óptima para el funcionamiento de un gobierno forajido que no duda en participar en actividades criminales con el fin de beneficiar a sus miembros. Existen abundantes investigaciones periodísticas y policiales que implican a funcionarios del régimen de Chávez entonces, y al de Maduro ahora, en narcolavado y blanqueo de capitales provenientes de la corrupción.
Pero la única fidelidad que han demostrado los jerarcas del régimen es al dólar. La mayoría de estos funcionarios de alta, mediana y baja jerarquía, civiles y militares, comparten la misma ilusión: Disfrutar cómodamente con sus familias en los Estados Unidos del dinero producto de sus actividades criminales cometidas en Venezuela. El perfecto descanso del guerrero chavista, más angustiado por la fluctuaciones del dólar que por desvelos ideológicos o filosóficos de la revolución.
El flujo de millones de dólares de los caza renta desde Venezuela hacia los Estados Unidos y otros países ha sido tan grande que no podía pasar desapercibido para el resto de las naciones. La diferencia es que ahora la comunidad internacional comienza a dar los pasos para intervenir en un conflicto que por sus características ha dejado de ser solo de los venezolanos.
Ahora no solo es la agresión permanente del régimen contra la población civil venezolana, lo cual ha lanzado inmensas oleadas de inmigrantes a otros países vecinos. También es el papel activo que juegan altos jerarcas del gobierno en esquemas de narcolavado y corrupción que involucran conexiones con Irán, Rusia y China. Ambos son motivos suficientes para llevar a la comunidad internacional a ejercer un papel más proactivo con respecto a Venezuela antes de que la situación degenere en perjuicio de todos.
En esta perspectiva, las sanciones aplicadas por Estados Unidos, Canadá, la Comunidad Europea, Suiza y Panamá en forma individual contra altos personeros civiles y militares del régimen de Maduro son el comienzo de una intervención internacional para reventar a la mafia oficialista. Esta es una intervención que ha sido puntual y progresiva en el ámbito estrictamente financiero, que seguramente será intensificada y ampliada en las próximas semanas en el marco de la cumbre de las Américas, evento del cual fue excluido Nicolás Maduro por estos mismo motivos
Estas sanciones financieras fueron definidas por voceros de los Estados Unidos como el comienzo de una coordinación de acciones a escala internacional para aumentar la presión sobre el régimen de Maduro. Es una forma de intervención que pavimenta el camino para otra más severa como la militar, en caso de que la situación lo amerite. No verlo así sería una ingenuidad. Es tan solo el comienzo.