Sería un chisme histórico de lo más apetecible, si dispusiera de alguna prueba sólida que lo fundamente: Francisco Franco, dictador, jefe de Estado y el militar más exitoso de toda la historia de España, liado con una modistilla judía escapada de la Alemania nazi. Lo cuenta Alexander Sepasgosarian, periodista de Mallorca Magazin, semanario informativo de los alemanes residentes en la Isla -en su número 2 del 2018- y autor de un libro de investigación histórica titulado Mallorca unterm Hakenkreuz 1933-1945 (Mallorca bajo la cruz gamada 1933-1945; Matrix Media Verlag, Göttingen 2017). Durante los años 30, la colonia alemana de Mallorca, ya relativamente numerosa después de una larga historia de viajes turísticos y relaciones comerciales entre España y el Reich, presenció la formación de una escena novelesca muy al estilo Casablanca o Lisboa durante la Segunda Guerra Mundial, con agentes nazis intentando hacerse con el control local, espías de las grandes potencias europeas y todo tipo de aventureros bregando afanosamente por la conquista del día a día en consulados y cafeterías. A ello se sumaron, a partir de 1933, los refugiados políticos que huían del régimen de Hitler, sobre todo intelectuales liberales y de izquierda y, por supuesto, numerosos judíos. Entre estos últimos debía encontrarse una tal Fräulein Singer, de profesión costurera, que abrió en Palma un negocio dedicado a la confección y las telas de calidad, y que supuestamente habría conocido a Franco durante la época en que éste fue gobernador militar de Baleares, desde 1933 a finales de 1934.
Las especulaciones de Sepasgosarian se basan en el testimonio de un escritor alemán del exilio, Frank Arnau (1894-1976), que narra todo lo anterior en su libro autobiográfico Gelebt, geliebt, gehasst (Vidas, amores y odios) del año 1972, no traducido al español. No hace falta decir que de haberse publicado aquí, la editorial habría suprimido del texto los pasajes relativos a la supuesta aventura del futuro caudillo de España con la polvorilla alemana. En cualquier caso, lo que cuenta Arnau se resume con rapidez. Parece que el escritor conoció a Fräulein Singer durante el exilio de ambos en Palma de Mallorca. Trabaron amistad y aquella le hizo partícipe de sus confidencias. Por discreción, Arnau omite no solo el nombre de la costurera, sino seguramente también el apellido (Singer es una célebre marca de máquinas de coser). Por él sabemos que después de que Franco dejara la Isla para ponerse al frente del operativo desplegado para combatir el levantamiento izquierdista de 1934 en Asturias, por orden de su superior, el entonces ministro de la guerra Diego Hidalgo, Fräulein Singer cerró su establecimiento en Palma para trasladarse a un entorno más próximo al general -supuestamente Madrid-. Después de esto, el escritor y la modista se encontraron una vez más en París, en julio de 1936, pocos días antes del comienzo de la Guerra Civil Española.
Para entonces la relación había terminado, del modo en que estas cosas suelen acabar. En palabras de la propia Fräulein Singer: “(Franco) quería que me fuese de viaje por algún tiempo. Es posible que yo estuviese causándole problemas. Ya sabes, un general con una extranjera… O la familia, qué sé yo. Una separación temporal, pensé. Todos nos equivocamos, ya sabes, eso siempre hay que tenerlo en cuenta. La vida al final nos enseña”.
¿Es creíble el relato? La verdad no mucho, teniendo en cuenta la idiosincrasia del personaje principal. Franco era un militar conservador de hábitos convencionales y absolutamente predecibles. De su estancia como gobernador militar en Mallorca, los únicos entretenimientos que constan según testigos fiables son su afición a la caza (no precisamente de modistas) y una excursión campestre al monte más elevado de la Isla. Podría haber un resquicio de posibilidad en la discreción con la que Franco llevó sus asuntos personales, especialmente cuando concernían a la vida familiar y privada. Como periodista que vive del interés que puedan suscitar las historias que cuenta, Alexander Sepasgosarian se ve obligado a rendir tributo a la máxima renacentista del si non è vero, è ben trovato. Como lectores interesados en cualquier cosa que tenga que ver con el pasado reciente de España, nosotros no estamos obligados a ir más allá del reconocimiento de que esta historia contada por un novelista alemán del exilio mallorquín daría para una buena película, en un futuro más o menos lejano, una vez que el Régimen del 78 haya caído, con toda su cohorte de actores subvencionados e intelectuales a sueldo, y sea necesario buscar nuevos temas para el cine español.