En la rueda de prensa (invento español, por cierto) de Trump con Mariano me acordé de aquel don Evaristo de Pemán al que propusieron ensanchar el negocio: un bar que se llamaría “Heliópolis”. “¿Cómo?” “Heliópolis”. “Sí, ya lo entiendo –contestó don Evaristo–. ‘He-lio-polis’. ¡El lío padre!
–A mí me han dejado un lío –dijo Trump cuando le preguntaron por el Rocket Man coreano–. ¡Pero lo voy a arreglar!
Con el legado de Obama en la mesa (rendiciones ante Irán, Venezuela, Cuba, Isis… ¡y Corea!), Trump recibió a Mariano, que le ofreció ensanchar el negocio de los líos.
Que Mariano iba a pedir se notaba porque en España se dejó, de pronto, de llamar Gil y Hitler al presidente americano, como cuando en la fiesta del PCE en la Casa de Campo desaparecían las banderas republicanas porque Carrillo estaba dando el sablazo a Suárez con el pretexto, invento suyo para justificarse, del “ruido de sables”.
El martes, al hablar de Trump y Mariano, los flabelíferos parecían críticos de la “nouvelle vague” hablando de Jane Russell y Marilyn Monroe.
–Cuando su marido, que era “quarterback”, se iba de viaje –contaba Howard Hawks–, Jane llamaba a tu puerta y preguntaba si te podía hacer la cena, pues se sentía sola. Y Marilyn no conseguía que nadie saliera con ella. Nadie. Un agente, un hombrecillo que medía uno sesenta, la llevaba por ahí. Pero para el público del cine eran dos sex-symbols.
Mariano, que obsequió a Trump con el Libro de Oro del liberalismo español y sus finísimos análisis del trumpismo, habló en la Casa Blanca del “Estado de Derecho”, tautología alemana para adormecer a las presas, y dejó caer en el Despacho Oval el lío catalán, que es un lío muy Obama, un “daissez faire, laissez passer” para no tener líos que al final es… el lío padre.
Una periodista española intentó volver tarumba a Trump en el Jardín de las Rosas con el tabarrón catalán, su “Yeneralitá”, su “pantumaca” y su referéndum.
–¡Dios mío! ¿Y estos eran los que mataban toros?