Qué tiene que decir alguien que vive en el cono sur de América del Sur sobre los ataques cada vez más seguidos del fanatismo islámico en Europa, sobre todo en Inglaterra y Francia. Cualquiera podría decir, métase en sus asuntos que estos son temas nuestros. Y algo de razón tendría, pues nosotros tenemos muchos y graves problemas sin resolver.
Pero nos llamó la atención un artículo sin firma que leímos estos días sobre la falta de energía de Europa para combatir de verdad al yihadismo y al Dáesh o Estado Islámico.
Los motivos que se enumeran son los siguientes: a) temen que si los persiguen se cree una ola de islamofobia. b) grandes bancos, empresas y hasta clubes como el Barcelona, están en manos de musulmanes. c) Inglaterra y Francia siguen gozando de un cierto Estado de Bienestar que en un enfrentamiento real pueden perder.
Dicen que son 3.000 los fanáticos musulmanes que hay en Inglaterra y otro tanto en Francia y unos 2.000 en España. Lo lógico, para evitar males mayores, no sería deportarlos a Mosul la capital del Dáesh, que allí van a estar contenidos.
Es cierto, que es una medida políticamente incorrecta, pero es una medida de sentido común. No es otra cosa que la aplicación del principio de tolerancia en forma activa: esto es, para evitar un mal mayor del que puedan hacer viviendo en Europa.
Este lento desangre de personas inocentes atentado tras atentado no es difícil de detener sin provocar mayores costos en vidas y bienes, solo se necesita tomar el toro por las astas y aplicar esta decisión propuesta.
Inglaterra y Francia están en condiciones legales y materiales de tomarla, pero ¿por qué no lo hacen? Porque son sociedades que no ofrecen nada de noble y heroico por qué luchar. El consumo es el dios monoteísta de la post modernidad. El relativismo su mundo de valores y el nihilismo la espera del futuro. Un acto terrorista busca anonadar las cosas y los hombres y, del otro lado, sus víctimas en esos festivales, revistas o producciones sin sentido los padecen, también desde sociedades vacías de contenido. Se produce así esta paradoja contemporánea: una nada que anonada (el terrorismo) enfrenta a una sociedad que, a su estilo, también anonada.
La sociedad europea eligió ser, después de la Segunda Guerra mundial, una no identidad vacía de contenido. Ya no se define ni por la filosofía griega, ni por el derecho romano ni por la religión cristiana. Y esto tiene su costo: ofrecer una nada de contenido ante un terrorismo que anonada. Esta es la última razón última por la cual ni Inglaterra ni Francia combaten seriamente al terrorismo islámico. Es que nadie puede dar lo que no tiene= nemo dat quod non habet.