El problema último de la corrupción legal en el Reino de España reside en un esquema constitucional (el del ’78) que consagra la inseparación de poderes en origen y la ausencia de un mandato representativo. A partir de ahí, y en cuanto participantes de las respectivas jugadas políticas determinadas por las reglas constitutivas de esta Carta Otorgada que todos los políticos nacionales han jurado solemnemente acatar, todos y cada uno de los partidos del Estado español participan por definición, desde el primer dia hasta el último, de este esquema de corrupción legal legitimado por el voto súbdito (no ciudadano, pues la forma actual del Estado es una Monarquía de Partidos). Esta participación estructuralmente corrupta es financiada además mediante aberrantes subvenciones estatales procedentes de nuestros impuestos, con independencia de las preferencias políticas de cada cual.
Este esquema de quiebra política no se arregla multiplicando los entes (i.e., con partidos nuevos, se llamen Ciudadanos, Podemos, Unidos Podemos o Partido Libertario), ni con cambios de cromos (políticos jóvenes, talantes dialogantes), porque el problema de fondo no es el bipartidismo, ni la vieja política, ni los casos de corrupción, sino un orden constitucional que consagra la corrupción como razón de ser de una monarquía de partidos políticos, con las consabidas consecuencias luego de 40 años de saqueo estatal.
La solución pasa por abrir un periodo de libertad constituyente tras el cual los ciudadanos puedan elegir entre distintas formas de Estado y de Gobierno, redactando al cabo una Constitución que garantice la separación de poderes en origen y la existencia de un mandato representativo (así como que a los partidos los financien exclusivamente sus simpatizantes). Podemos, en la medida en que se autoproclama como portavoz institucional del 15M (es decir, de los desafectados políticos del Régimen del ‘78) pero retroalimenta al mismo tiempo el orden constitucional actual en esencia y existencia, es el tonto útil de esta corrupción legal de la que el PP se ha erigido en máximo exponente. Su creación ha contribuido a aumentar significativamente el número de votantes (es decir, de legitimadores) del Régimen, tanto en lo que se refiere a quienes votan por ellos (un voto propio de la ingenua banalidad del Bien) como en lo que atañe a quienes votan contra ellos (voto del miedo). Podemos ha sido la apisonadora de un abstencionismo masivo en ausencia del cual la nación española está abocada a no poder conquistar su libertad política por medios pacíficos.