Una escuela pija de Los Ángeles, Scripps College, promueve la idea de que los estudiantes no blancos reciban una compensación monetaria por el “trabajo emocional” de tener que lidiar con las llamadas “microagresiones”.
–Los estudiantes blancos deben pagar compensación, educarse con clases de estudios étnicos, unirse a las comunidades de justicia social y “tomar conciencia del daño que causan” (en tanto que blancos).
La capital de España está gobernada por dos blancas damas de acrisoladas virtudes que darían sus vidas por parecer más modernas (más jóvenes, para entendernos), y están los Jueces y Fiscales del Pensamiento de Cifuentes y los Guardias del Pensamiento de Carmena persiguiendo al Diablo Sobre Ruedas del Odio por Madrid como en la famosa persecución a O. J. Simpson por Los Ángeles.
Esta cultura totalitaria que parece sacada de “La facultad de las cosas inútiles” de Dombrovski consiste en ruedas de molino para la comunión diaria que el feligrés debe tragar sin pestañear.
Hoy, una rueda de molino es un dogma progre basado en axiomas euclidianos (¡evidentes en sí!) torticeramente extraídos del campo del psicoanálisis y la política. Freud y Jefferson. Lo de Freud no cabe en este folio, pero lo de Jefferson sí: es esa “egregia locura” (para Gellner, “uno de los documentos más cómicos y ridículos que se hayan redactado”) del preámbulo de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos, que dice: “Sostenemos que estas verdades son evidentes en sí mismas”.
–Jefferson –dice Gellner– no era ningún tonto, pero esto no le impidió afirmar algo absurdo: que sus opiniones, ininteligibles, o en todo caso blasfemas, heréticas y subversivas para un 99 por ciento de la humanidad, eran realmente “evidentes en sí mismas”.
Hombre, Cifuentes carece de cualquier refinamiento que pudiéramos llamar jeffersoniano, pero, con tal de parecer joven (moderna, para entendernos), sostiene como “verdad evidente en sí misma” que ella es… Jefferson.