Trump y la UELos “líderes” europeos han creído encontrar en el nuevo presidente de los Estados Unidos la perfecta excusa política para justificar los males que aquejan a la Unión Europea.

La profusión de declaraciones ácidas – cuando no abiertamente ofensivas – por parte de muchos portavoces del “establishment” europeo ha alcanzado tales cotas durante las últimas semanas que uno se pregunta si estamos asistiendo a un fenómeno de histeria colectiva sin precedente en la historia reciente.

El “susto” con la llegada de Donald Trump es tal que el vicepresidente norteamericano, Mike Pence, ha tenido que visitar recientemente Europa para tratar de tranquilizar a los europeos reafirmando el compromiso de los Estados Unidos con la OTAN y con el mantenimiento de unas relaciones comerciales fructíferas con el bloque comunitario.

Dejando a un lado las habituales salidas de tono de personajes como el Presidente de la Comisión Europea, el luxemburgués Jean-Claude Juncker, parece que la visita  del Sr. Pence ha surtido sus efectos y las cancillerías europeas (y los periodistas al uso) han comenzado a calmarse poco a poco. Aun así, parece que algunos mandarines de nuestro “establishment” siguen molestos porque el Sr. Pence no haya mostrado una adhesión suficientemente entusiasta a la Unión Europea, como si la administración estadounidense fuera responsable del destino de la UE.

Pero después de sólo un mes en el cargo, el Sr. Trump no es culpable de los problemas de la UE. El año pasado, el anterior presidente norteamericano, Barack Obama, apoyó decididamente al entonces el primer ministro británico, David Cameron, para que Gran Bretaña permaneciera en la UE, y ese apoyo no pareció importarle mucho a los votantes británicos.

La UE tiene problemas por muchísimas razones. Porque ha fracasado a la hora de generar crecimiento y empleo. Porque sus líderes están entusiasmados con crecimientos del 1%, mientras el desempleo masivo de los jóvenes sigue en aumento. Porque esconde el interés de Francia y Alemania tras un supuesto “europeísmo” que es contrario a los intereses de muchos países de la UE. Porque no ha logrado vigilar sus fronteras y ha permitido que el continente se llene de refugiados sin un plan preestablecido de acogida. Etcétera, etcétera.

Aunque quizás lo más preocupante es que la UE no ha escuchado las voces de protesta popular contra estos fracasos. Los líderes de la UE le piden a sus votantes que se callen y obedezcan ciegamente su consignas “europeístas”, signifiquen éstas lo que signifiquen en realidad. Desde luego, no es de extrañar que las versiones europeas de Donald Trump estén en auge.

Los Estados Unidos tienen un interés evidente en una Europa próspera, democrática y libre, pero la pregunta que muchos estadounidenses y europeos se hacen es si la UE sigue sirviendo a esos propósitos tan loables.

En fin, gracias, Sr. Pence, por recordarnos a los europeos el compromiso de los Estados Unidos con Europa y con los valores que compartimos. Pero una cosa es segura: la Unión Europea tendrá que salvarse a sí misma.

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