El sábado comenzó el año del Gallo en China, nueva Meca del liberalismo español, según dice la derecha andante para meter el dedo en el ojo a Trump.
La verdad es que las cosas que nuestra derecha dice de Trump uno sólo se las había oído decir de Franco (cuando Franco ya no estaba en ejercicio, eso sí), y es una forma como otra de echárselas de demócrata. Total, que, atacado por Trump, dicen, el libre comercio se refugia en China, con lo que nuestros liberales, en vez de viajar a Cádiz a comer tortitas de camarones por la Pepa, viajan a Pekín a comer patas de pollo por el Consenso.
–Los tiempos andan –escribe Martí en el 81 de su siglo–. Cuarenta años hace, era castigado como criminal en China el extranjero que aprendía la lengua del país, o el chino que la enseñaba a un extranjero.
En los 70, y gracias a Nixon, que aprovechó que los chinos se volvieron contra la Urss, China, en palabras de Galbraith, “se convirtió en bastión honorario de la democracia y de la libre empresa”.
Seguir la política americana por el periodismo oficial es como seguir la liga de béisbol por el Reglamento de Fútbol Comentado de don Pedro Escartín.
Cuando yo era estudiante, mis compañeros se declaraban “comunistas pro chinos”. Ahora, esos mismos compañeros se declaran “liberales pro chinos”. Una pista muy buena la da el preclaro Victor Davis Hanson:
–Los columnistas del “New York Times” que celebran un mundo “flat” aún no se han encontrado aplastados por escritores chinos que estén dispuestos a escribir por una fracción de su tasa por palabra.
En el XVIII, los enciclopedistas veían en las “chinoiseries” la causa de la decadencia occidental. ¡Qué artículos contra aquella peste, los suyos! Pero en el XXI, y con eso de que Trump es Hitler, China dispara su natalidad y, para ir dando salida a la sobreproducción infantil, adquiere la franquicia de ese liberalismo franquistón de todo a cien que crece al pie de las columnas como la mandrágora al pie de los patíbulos.