La noticia de la marcha del ejército del rey sobre París motivó la Toma de la Bastilla. Los falsos rumores de venganza de la aristocracia feudal contra los campesinos originaron la violencia campesina antecedente de la abolición de los derechos feudales la noche mágica del 4 de Agosto. La masa femenina, sin una finalidad revolucionaria (en realidad buscaban satisfacer la absurda creencia de que si llevaban a los reyes a Las Tullerías no faltaría pan en París) sacó de Versalles a la familia real. Los hechos fueron de fortuna porque no siendo movidos por la voluntad del Tercer Estado favorecieron su causa política.
Fueron tres hechos independientes, motivados por causas distintas, sin una finalidad revolucionaria. El cuarto hecho fue el arresto de la familia real en Varennes. Este hecho determinó el curso de toda la Revolución Francesa. En pocas ocasiones vemos como aquí cómo el resultado fortuito de una causa particular, pues fortuna fue apresar al rey cerca de la frontera de Francia, determina la Historia.
Montesquieu le da la vuelta a esta conclusión: es lo general lo que causa lo particular y no al revés: “Si el azar de una batalla, o sea, una causa particular, arruina un Estado, había una causa general que lo debía hacer perecer por una sola batalla”.
Y Nietzsche hace una reflexión que viene muy al caso cuando dice que uno de los grandes errores del filósofo es confundir el efecto con la causa. Nos pone un ejemplo: “El lector de diarios dice que tal partido labra su ruina por tal error”, como si el error fuese la causa de la ruina, cuando es exactamente al contrario. Es la ruina congénita la que le empuja al partido político a cometer el error. “Un partido que comete tal error está arruinado; ha perdido la seguridad de sus instintos. Todo error, en todo sentido, es la consecuencia de la degeneración de los instintos, de disgregación de la voluntad”. (Nietzche, Cómo se filosofa a martillazos, los 4 grandes errores, Cap. 2)
La pregunta que debemos plantearnos es si la consecuencia de esta reflexión debe conducirnos a pensar en el determinismo de la historia.
Responde Trevijano: “El determinismo asoma como ley de la generalidad, mientras que el azar reclama sus dominios sobre la particularidad. La ley de los grandes números excluye la probabilidad del azar. En lo infinito o lo eterno, lo probable siempre sucede. La realidad política es tanto más azarosa cuanto más particular. No se trata de que los cuatro factores de fortuna mencionados oscilaran entre la causa eficiente y final de la Revolución, como pensaba Bergson del azar. Incidieron en la causa política del Tercer Estado sin estar relacionados previamente con ella”.
Presenta: Adrián Perales Pina
Edita: César Bobadilla
Locuciones: David Cabrera
Dirección técnica: Carlos Ferrándiz
Coordinación de producción: César Bobadilla
Música: Brandenburg Concerto No. 3 – Allegro Moderato – Johann Sebastian Bach.
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