Si, en vez de tanto “to be, or not to be”, el embajador Trillo hubiera hecho mutis por el foro con viento duro de levante, no tendríamos a los tertulianos trillando en invierno con un informe del Consejo de Estado para el periódico global.
El Consejo de Estado es como los “Editing” de Ansón, un cuerpo de jubilados inspirado en la “Bola de fuego” de Howard Hawks, pero sin Barbara Stanwyck, de cuya gracia carece María Teresa Fernández de la Vega, que por allí anda.
Los tertulianos hablan del Informe Trillo como si fuera el Informe Picasso, pero lo lees y es un juego de palabras como el que hizo famoso a Rousseau, en cuyo “Contrato social” resuelve el problema universal de la guerra con un birlibirloque lingüístico a base de “état”, con minúscula, y “État”, con mayúscula, que volvió locos a los papafritas jacobinos.
–La guerre (état) est une relation d’Etat à Etat.
Pero Trillo es la vieja política.
La nueva política es Pablo Casado, distinguido con el Trillo de Oro por la justicia poética en la Fiesta de la Trilla de Castrillo de Villavega, Palencia. Duro con las espigas y blando con las espuelas, Casado desenvainó su espada flamígera contra Rita Barberá con una frase del Génesis:
–¡Hay vida fuera de la política!
Es lo que se llama pensar lo mismo que el jefe, sólo que después. De este mecanismo psicológico surge la teoría, formulada por Robert Michels en 1911 (aún no refutada), según la cual un partido político no puede organizarse democráticamente.
–Lamentamos lo sucedido, pero la labor que pueda desempeñar ahora mismo como embajador en el Reino Unido es distinta a la que estuviera desempeñando hace veinte años – ha sido la defensa política, única en su género, que de Trillo ha hecho Casado con sonrisa palentina de James Caan.
A Casado le cubre las espaldas su socio centrista, con este tuit de Gila: “Trillo no veló por los compatriotas que habían ido a defender la libertad, los mejores de entre nosotros. No merece representar a España”.