Manuel Javier López García.
Quiero, antes de expresar mis libres opiniones respecto de este persona a la cual la historia contemporánea de España algún día le hará Justicia puesto que, a día de hoy, está vetado de forma absoluta por todas las ideologías y medios de comunicación de masas, comenzar por aclarar a mucha gente –joven y no tan joven- que jamás oyó hablar de esta persona especialmente porque no vivió de forma consciente la dictadura franquista, que ya desde niño se opuso radical y muy activamente a dicha dictadura. Posteriormente y durante toda su vida -hoy en día es nonagenario, pero sus ideas y pensamientos así como su espíritu y su salud siguen incólumes- destacó ya no solo como un gran abogado sino que su pensamiento abarca muchos otros ámbitos del saber humano tales como la filosofía, el arte, la historia y muy especialmente el pensamiento político; si bien, como digo, pasará indefectiblemente a la Historia por su ya referido activismo en contra de la dictadura franquista a la par que un referente del pensamiento republicano en el sentido político y puro del término, no como hoy se podría pensar con tintes “izquierdistas”, banderas “republicanas”, etc.
Hecha esta introducción, quiero referirme al título de este artículo y a sus razones. Antes de ello y a mayor abundamiento, hay que significar que durante los 40 años de dictadura franquista jamás dejó de combatir al caudillo, siempre de forma pacífica, apoyando y asesorando a sindicatos y partidos políticos –pregunten a Gerardo Iglesias, un buen “paisano asturiano”-, y más en concreto a Comisiones Obreras y el Partido Comunista y cabe señalar que Trevijano se lo podía permitir pese a ser sobradamente conocido por el régimen franquista, dado que el mismo era un prestigioso abogado de banqueros que le permitían tener sobradamente dinero y contactos al más alto nivel incluso entre ministros franquistas que, “en la intimidad”, simpatizaban de alguna manera con su pensamiento político, si bien lo cierto y real es que era considerado “el enemigo público número uno” del franquismo hasta el punto de ser objeto de varios intentos de atentado con coches bomba urdidos en Consejo de Ministros del Palacio de El Pardo.
Pues bien, y aquí entro ya en el título del artículo, es conveniente significar que, bastantes años antes de la muerte de Franco, Trevijano fundó en la clandestinidad la denominada Junta Democrática –por cierto, en Gijón- y posteriormente la llamada Platajunta Democrática, que era una suerte de aglutinación de todos los opositores del Régimen. Pero la realidad se impone y lo cierto y real es que estas organizaciones, una vez ya muerto Franco, desaparecieron de la noche al día debido a que sus componentes –los más destacados, Carrillo, Suárez, Fraga y González, alias “Isidoro”, de la noche a la mañana fueron seducidos por el poder que dejaba expedito el fallecimiento del dictador de tal modo que García-Trevijano, postulante de una RUPTURA DEMOCRÁTICA del franquismo a fin de que la soberanía popular eligiera entre una Monarquía o una República en igualdad de condiciones y no, como fue lo que finalmente sucedió, seguir escrupulosamente las pautas establecidas por el dictador. Dada la TRAICIÓN de los supuestos representantes contrarios a la dictadura, al final se produjo la TRANSICIÓN pues sabían que entre los representantes de las ideologías a los cuales antes me he referido, detentarían el Poder, de forma que esos entonces dirigentes designarían “a dedo” a personas sumisas, obedientes sin tener en cuenta su capacidad y méritos sino su obediencia debida, lo que, obviamente sigue sucediendo hoy en día, pero de forma que el pueblo no elige a un político en concreto por sus cualidades sino que ratifica la elección previa del jefe de cada partido político a partir de lo cual indefectiblemente se creó esta PARTITOCRACIA que vivimos y que no tiene ninguna legitimidad democrática ni jurídica puesto que nadie los designó, como poder constituyente y legitimado “per se” para instaurar el presente régimen de poder. De este estado de cosas, no se podía esperar otra cosa que la CORRUPCIÓN ENDÉMICA del sistema vigente, ya que ni un solo político rinde cuentas de su gestión ante sus electores simplemente porque éstos eligen lo que al jefe se le antoja. Igualmente, del vigente sistema es imposible la separación de poderes puesto que sólo existe uno, que es el poder ejecutivo, el cual designa al legislativo a fin de ratificar lo que el primero dice y, en cuanto al poder judicial como tal, está absolutamente mediatizado por igual Ejecutivo, por cierto y muy especialmente desde que se modificó la Ley Orgánica del Poder Judicial en el año 1985 de manera que el peso lo lleva el ejecutivo del cual depende el legislativo.
Con estos antecedentes históricos, no es de extrañar esta mentalidad sociológica y postfranquista de tolerar todo tipo de abusos cometidos por la infinidad de “reinos de taifas” de todo orden puesto que, nosotros, el pueblo soberano, no pedimos cuentas del resultado de la gestión pública de cada cual más allá de ideologías políticas determinadas que tenga legítimamente cada cual pues, por definición, la política es el arte o el talento de gestionar de la forma más eficiente recursos públicos que siempre son escasos, a lo que debe añadirse que debido a este “status quo” quienes tienen la obligación legal de vigilar miran simplemente para otro lado “por si acaso”. Esta es pues la esencia de la Partitocracia de ayer y de hoy si bien, entre las generaciones más jóvenes, se vislumbra que este estado de cosas puede cambiar hacia lo que en otros países más civilizados sería lo normal pero no con frentismos sino buscando el Bien Común de todos.
Por todo ello, lo que finalmente quiero significar es que, en estos tiempos en que gente sin formación, sin ideologías concretas más allá de pisar alfombras orientales, se están planteando cuestiones que absolutamente desconocen y que se deberían de haber despejado en la llamada Transición, dado que plantearlas ahora sólo traerá más problemas y desigualdades entre los españoles dependiendo de dónde vivan y quiénes los adoctrine para inventar pretendidos derechos que jurídicamente ni son aplicables a España, ni quienes lo proponen tienen idea alguna de qué traen entre manos si bien, no hay nadie que lo denuncie no vaya a ser que quede en el camino. Por estas razones, reivindico el pensamiento político del señor García-Trevijano porque es puro, porque su libertad personal -y la de todos- depende de la LIBERTAD COLECTIVA y, finalmente, con la perspectiva que dan las décadas, esta persona será reconocida en su justa y muy alta categoría humana e intelectual. Lo dicho, Antonio García-Trevijano sigue más vivo que nunca y ojalá sea así por muchos años más.