Democracia formal, modelo de república constitucional

La buena fe, jurídicamente, se presume. Pero, políticamente, ¿se presume la buena fe de los elegibles y de los electores, en nuestro actual Estado de Partidos? Al respecto, se arguye desde todos los voceros de la Partidocracia instituida, que votar es un deber cívico. Es evidente que, contrariamente, su verdadera sustantividad es la de un derecho político. Deber cívico (integración) versus derecho político (representación). Así está el panorama.

Pero, ¿esa propaganda tendenciosa es la razón fundamental para que la población siga votando masivamente con una sonrisa autocomplaciente?

Entiendo, después de casi cuarenta años de oligarquía de partidos, que la mayoría de la población no puede desconocer el hecho incontrovertido de que no vivimos en una democracia, porque no hay representación ni separación de poderes. Bien, entonces ¿por qué se sigue votando mayoritariamente, aportando legitimidad propia a esa legalidad mentirosa, y convirtiéndose en cooperadores necesarios de la gran mentira?

Como es conocido,  existen tres tercios en todo sistema político, los que lo apoyan, los que se encuentran disconformes con el mismo y los que se muestran indiferentes para con aquel. Dentro del tercio que apoya la actual Partidocracia, una gran parte de estos nuestros conciudadanos votan por la corrupción, sabiendo que el propio sistema es falso,  no es democrático, no les representa y es la causa de esa corrupción.

¿Por qué? Porque participan de la gran traición colectiva de la Carta Otorgada de 1978, despreciando su propia libertad. La permutan, por la  mayor seguridad jurídica y económica posible dentro de la misma: Tengo pareja, hipoteca, hijos, mi puesto depende del Estado, para que me voy a meter en problemas, etc. Y, además, está el miedo al cambio, como fundamento del consenso. En España hay más miedo hoy que nunca a la ruptura política, mucho más que con Franco. Con Franco había mayor esperanza y voluntad en la población de alcanzar la libertad política colectiva que en el momento presente. Hoy sólo hay ansia de participación en el botín.

Todo ello, unido al relativismo moral imperante en el que todo vale, es el caldo de cultivo de la traición colectiva, por lo tanto consentida y premiada, y, en fin, una de las causas principales de la decrepitud de nuestra sociedad.

Ante ello, ¿cuál puede ser la posición autentica, espontanea, de convicción personal, de buena fe, frente al Estado de Partidos? Indudablemente la abstención activa, única forma de actuación consecuente, sincera y de buena fe para con nosotros mismos y nuestros conciudadanos.

Y ello no sólo con el conocimiento y la convicción de las propias libertades individuales. Aunque sean otorgadas. Sino ante todo, por la mayor consideración de la libertad de mis conciudadanos, ya que si ellos no obtienen la libertad política colectiva, no voy a poder alcanzarla yo mismo, y no vamos, todos juntos, a poder llegar a ser poder constituyente al fin.

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