La virtud política más apreciada por los españoles en el último CIS es… la honradez.
Esta opinión es consecuencia del hecho de que en la España actual no hay un solo analista político. Y no hay analistas políticos porque tampoco hay política: hay chismografía, que es otra cosa, con lo cual, donde debía haber sociedad política, hay sociedad estatal, como es propio del Estado de partidos.
No se puede hacer de ballena en una lata de sardinas.
Santayana nos recuerda que el hombre es un animal histriónico, sugestionable y plástico. Por eso los españoles le dicen al encuestador que la virtud que más aprecian en un político es la honradez.
–España tolera mejor que el pueblo muera pobre que no que muera rico el gobernante –decía Pemán antes del invento del CIS.
A mí me da que el hombre es un animal oportunista, tan corruptible en la Atapuerca de Miguelón (cráneo número 5 de un “Homo heidelbergensis”) como en el Madrid del hobbesiano Aguado (cráneo privilegiado del centrismo castizo). De este hecho natural partieron los padres de la única democracia del mundo, que llegaron a la conclusión de que la única forma de garantizar la honradez política era impedir la corrupción sistemática en el dibujo constitucional de 1787. Para ello recurrieron al autor más subversivo, hoy, dos siglos y medio después, en Europa, que es Montesquieu, y su teoría de la separación de poderes, legislativo y ejecutivo, basada científicamente en la tercera ley (acción y reacción) de Newton, según la cual la fuerza ejercida sobre un cuerpo es igual a la fuerza que el cuerpo ejerce en sentido contrario. Resumido en palabras geniales de Madison:
–Que la ambición vigile a la ambición, y el ciudadano dormirá tranquilo.
¿Qué tienen que ver estas maravillas de la política con el grosero chau-chau de nuestros regeneracionistas (políticos y tertulianos) de Sepu?
Sobre la “honradez” que dice el CIS, será que hay quien no le ha perdonado todavía a Felipe II “lo de Lanuza”.