Tenemos ante nosotros la gran oportunidad de conquistar nuestra libertad y, con ella, la libertad de nuestros hijos y de sus descendientes. Es España, con sus más de 500 años de unidad política, una de las naciones más antiguas de Europa y, sin embargo, es también una nación que todavía no ha conocido la libertad política de la que apenas dos países disfrutan desde hace siglos. Sólo la unidad nacional, como un hecho, jamás como una ideología, puede ser el sujeto constituyente de la libertad política. Los repúblicos sabemos que sin unidad nacional no puede haber libertad política. Por contra de lo que el régimen de partidos estatales nos ha hecho creer desde que se adueñara del Estado mediante la traición de un rey y de unos partidos clandestinos y el pacto de todos ellos con los herederos del franquismo, el problema de España no es material. Son los partidos estatales los que han creado el conflicto contaminando a la nación con sus ideologías en una guerra estatal que no es más que la continuación de la guerra civil por otros medios.

Unos por remordimiento, otros por rencor, todos ellos niegan España porque ni siquiera pueden aceptarse a sí mismos, se desprecian. Los unos porque sus padres cometieron la infamia de hacerse llamar nacionales, cuando nacionales eran tanto los azules como los rojos, pues bien sabido es que la nacionalidad no es un sentimiento, sino un hecho consumado antes de que tengamos voluntad. Nacemos españoles sin que nadie nos pregunte, igual que nacemos desnudos, sin habla, entre llanto, desvalidos, aferrados a la naturaleza de nuestros padres y a su amor. Los otros porque sus padres fueron llamados republicanos y se vieron incapaces constituir y defender una verdadera república,  la que sus hijos traicionaron y sus nietos ni siquiera conocen. ¿Qué es la república? ¿Acaso puede ser un fin material? ¿No es la república una forma de Estado? ¿No es España anterior a toda forma de Estado? La vieja guerra entre dos nacionalismos tan esencialmente iguales, pero tan aparentemente antagónicos, ha llevado a España a la peor crisis económica, política y de existencia de su historia.

Tenemos la responsabilidad de rescatar la memoria de nuestros antepasados, que nacieron y murieron como españoles. Tenemos la oportunidad de  luchar por lo posible y lo probable, lo necesario en un momento en el que los partidos estatales, anclados en el Estado, que no es otra cosa que el sujeto jurídico de la Nación, nos llevan al abismo con una guerra de poder estatal que pone en peligro la continuidad de la existencia de España y, por lo tanto, la propia causa de la libertad. Lo posible y lo probable es la libertad colectiva, la libertad política del pueblo español, para que sea la libertad la que constituya en España un sistema de poder democrático. ¿Qué es la democracia? Se preguntan tantos y tantos españoles perdidos en el lenguaje de la socialdemocracia que suelda las cadenas de la servidumbre voluntaria. La democracia es la garantía institucional de la libertad política, las reglas del juego político. La igualdad de todos ante la ley, la representación ciudadana, la separación de poderes, la independencia judicial. Estoy orgulloso de pertenecer a un movimiento como el MCRC que defiende  todo esto. Está en juego el porvenir de nuestra nación. Pero también el futuro de la humanidad. ¿Libertad para qué? ¡Para ser humanos! Para que yo sea libre, todos tienen que ser libres.

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