No nos damos, o no nos queremos dar cuenta, de que nuestro enemigo, este estado de partidos oligárquicos dentro de un sistema dictatorial, sin separación de poderes ni representación, es, en realidad, débil. Y lo es porque para que esta gran mentira continúe ad nauseam, la participación de los esclavos políticos, la nación entera, se torna imprescindible. Tenemos un mecanismo pacífico que es mucho más contundente que ninguna revolución armada, que ninguna algarada callejera. Se trata de decir no, no acudir al matadero moral y económico que supone echar la papeleta en las elecciones. Nada más, es esto.
Es como si en un combate de boxeo hubiera un púgil de 48 kilos de peso, contra un mastodonte de 175 kilos y dos metros diez de estatura. El pequeñín no lleva guantes, sino puños americanos, pero el árbitro consiente y lo alienta. El gigante pone el rostro (agachando la cabeza para facilitar la tarea) y baja las manos, una y otra vez. Los golpes no son muy fuertes, pero van abriendo cortes en su cara. Un solo golpe del grande levantaría del suelo al molesto peso minimosca, ganando el combate y haciendo que ese púgil no volviera a pelear utilizando sus trampas. La sociedad civil somos el grande, el luchador que cumple las reglas, lleva guantes y encaja todos los golpes. El minimosca es la clase política española, sucia y rastrera, tramposa y vil, pero respaldada por los jueces y los comentaristas, que en vez de puños americanos de metal, ven margaritas en los nudillos del pobre David boxístico.
Un golpe, un solo golpe, una sola vez, basta para tumbar para siempre a este rival tramposo y molesto, pero muy débil en realidad. Pelea siempre con miedo, nos tiene miedo, porque somos grandes, somos muchos y ellos saben que un solo gesto nuestro los despedaza. Pero, oh misterio misterioso, no queremos. Preferimos encajar golpes sin pausa: corrupción, robo de nuestro dinero, mentiras continuas, impunidad total de los cargos públicos, dominio de todos los medios de comunicación con la correspondiente propaganda, la cultura apartada, el entretenimiento envilecido cada día más, etc. Al final, aunque seamos grandes y fuertes, caeremos a la lona, por agotamiento, aburrimiento y cobardía. Ya estamos noqueados, pero como este minimosca es además un sádico, pide la campana para que en el rincón de la mentira nos recuperen un poco, con más engaños, y volvamos a salir al cuadrilátero a que nos siga hinchando a golpes.
Ese golpe se llama abstención masiva. Es un golpe ganador. Todo se produce en un solo día. Un día mágico, ejemplar, justiciero, vengador. Un día apocalíptico. Es cómodo, barato y práctico. Es un hacer no haciendo. En el boxeo serían fintas, esquivas. Cada vez que venga el puño del pequeño macarra, apartamos el rostro en el último momento. No golpeamos, pero no nos dejamos machacar. Cada finta es una persona que se abstiene. 40 millones de fintas dejará al matoncete perplejo. No se lo espera. Confía en que siempre pongamos, obedientes, la cara, para que él la macee a placer.