Pobre princesa, creíase en paz,
Y al acecho, un sutil pretendiente.
Manso se muestra, acude silente,
Oscuro el anhelo en blanco disfraz.
Nacida del amor a lo veraz,
Cuán lejos vaga hoy de su ascendiente.
Merecido castigo al imprudente:
Seréis concubina del dios mendaz.
Con traición y engaño conquistada,
Encinta del apego a la falacia,
Víctima de una bestia sin espada.
Sucumbe con absurda contumacia,
Galopando incansable hacia la nada,
A lomos de la socialdemocracia.