La clase política española, la más incompetente y apátrida de Occidente y a la que solo le importa el poder, tiene el país paralizado. No le importa que cada semana tengamos que endeudarnos en 5.000 millones de euros para financiar un modelo de Estado inviable y corrupto hasta la médula, un cáncer que está devorando a la nación; que haya cinco millones de parados, de los que 3,5 están tirados en la cuneta sin ayuda ni prestación alguna; que seamos el país con más desigualdad de Europa, donde uno de cada tres niños vive por debajo del umbral de la pobreza; que el sistema de pensiones esté quebrado, o que España esté al borde del abismo y con los pies colgando, con el gasto público fuera de control y una burbuja de deuda imposible de pagar que será la ruina de varias generaciones.
En ningún momento esta banda de los cuatro, que ha sobrepasado los límites de la decencia, ha debatido cómo solucionar los graves problemas de España. Solo han discutido sobre quién va a mandar y cuántas poltronas se lleva cada uno, y para ello han traicionado los estatutos de los propios partidos y a su propia madre si fuera menester. Solo hay algo en lo que todos están de acuerdo: más gasto, más impuestos y más deuda. PSOE/C’s propugnan un incremento del gasto en 60.000 millones, Podemos de 96.000 millones y el PP no dice nada. Pero no hace falta, jamás ha cumplido los objetivos de déficit. Rajoy rechazó irresponsablemente un rescate a cambio de recortar gasto, nos endeudó en 500.000 millones y elevó la fiscalidad, particularmente de la clase media, al nivel más alto de nuestra historia.
¿Y qué decir del Gobierno en funciones? Era obvio, y así lo he venido afirmando desde hace meses, que el objetivo de déficit no se cumpliría, que sería superior incluso al de 2014 (el real es superior al publicado). Y ahora resulta que todos se asombran y rasgan las vestiduras, como si los gastos electoralistas fueran una fantasía de los ‘catastrofistas’, como si el déficit de la Seguridad Social no se supiera mes a mes que iba a doblar el de 2014 o como si se acabaran de enterar de que Rajoy y sus secuaces se han pasado la Ley de Estabilidad Presupuestaria por el forro desde 2012 y han dejado el gasto autonómico fuera de control.
En lugar de intervenir las CCAA que no cumplieran, como se comprometió Rajoy y me confirmó personalmente Montoro, les han entregado 175.000 millones de euros vía fondos de liquidez y de pago a proveedores, sin intereses y sin control alguno. ¡Y ahora Montoro clama porque no cumplen!, ¡pero si llevan cuatro años sin cumplir! Y lo que es de cárcel: hace dos semanas prometen al sedicioso Junqueras 7.560 millones para devolver préstamos y financiar la independencia. Pero esta vez el descrédito institucional está siendo colosal. Toda la gigantesca patraña de excelente gestión económica y de reducción de los desequilibrios esenciales vendida por Rajoy y coreada por los medios se ha venido abajo. De Guindos hace dos semanas decía que “España siempre cumple”, cuando no ha cumplido jamás y se ha convertido en el hazmerreír de Bruselas. Solo el río de dinero del BCE y su férreo control de la prima de riesgo nos salvan de la quiebra inmediata.
Las cifras de un desastre económico y social
La mayoría de la gente no es consciente del desastre económico y social, aparte del político, a que nos han llevado los 40 años transcurridos desde la infausta Transición. PSOE y UCD primero (PP después) engañarían a los españoles robándonos la democracia e imponiéndonos un régimen oligárquico de partidos, aliados primero con la oligarquía económica y a su servicio después. Son los autores del desastre, cuya piedra angular fue la creación de un modelo de Estado disparatado y único en el mundo. El “café para todos” de Adolfo Suárez, uno de los políticos más irresponsables en siglos -es un insulto que el aeropuerto de Madrid lleve su nombre-, fue un error histórico por el que España se fragmentaría en 17 reinos de taifas que además nos está llevando a la ruina económica y a la destrucción política.
La oligarquía política encontraría en ello el terreno propicio para colocar a sus élites territoriales, que a su vez enchufaron a cientos de miles de parientes, amigos y correligionarios -dos millones a día de hoy-, y para justificar su existencia se dotarían a sí mismas de todos los mecanismos propios de estados independientes, multiplicando por 17 parlamentos e instituciones, creando leyes propias y una burocracia que hace casi imposible el desarrollo empresarial. Todo un caos organizativo, de proliferación de organismos innecesarios, de duplicidades y de gastos sin control alguno. España es el país de la UE con mayor porcentaje de descentralización del gasto, casi los dos tercios, y el que menos instrumentos de control dispone. La autonomía organizativa y de gasto de las comunidades autónomas es mucho mayor de la que dispone España frente a Europa.
El Estado autonómico supone un despilfarro anual de más de 100.000 millones de euros. La duplicidades entre AAPP cuestan 36.000 millones, las más de 3.000 empresas públicas inútiles creadas solo para colocar a cientos de miles de familiares y amigos y para ocultar deuda, 15.000; pero luego existen todos los disparates inimaginables: embajadas, observatorios, canales de televisión, consejos consultivos, etc. A ello se suman los gastos derivados del fraccionamiento de los servicios al perderse todas las economías de escala, o las más de 300.000 personas dedicadas a romper la unidad de mercado, con más de 100.000 leyes y reglamentos en vigor. Y por otro lado, los oligarcas del Ibex, según calcula la CNMC, cobran por los bienes y servicios que suministran a las AAPP 45.000 millones de euros anuales de más que lo que costaría en forma competitiva. Es de locos.
Que con estas cifras nos digan que como no podemos mantener las pensiones hay que crear un impuesto adicional por 20.000 millones, o que para pagar a los parados sin recursos o a los dependientes, para mejorar la educación, cuando sobran 25 universidades públicas, etc, se necesita subir impuestos y endeudarnos brutalmente, simplemente no tiene pase. De todas formás, la culpa la tenemos los ciudadanos, que en lugar de salir a la calle a pedir la cabeza de esta clase política incompetente, despilfarradora y corrupta, dejamos como corderos que nos arruinen y que acaben con nuestro futuro y el de nuestros hijos.
En 1975, España era la octava potencia económica del mundo; hoy somos la decimosexta. En 1975, el PIB per cápita de España relativo a los nueve países centrales de Europa -antigua CEE- era del 81,4%, hoy es del 70%. En 1975, la industria representaba el 36% del PIB, hoy, convertidos en una economía de ‘especuladores y camareros’, representa el 15%. En 1975, el PIB per cápita de España era igual al de Irlanda, hoy el de Irlanda es un 46,6% mayor. En 1975, teníamos el cuarto mejor sistema de enseñanza pública de Europa, hoy uno de los peores. En 1975, la presión fiscal sobre el trabajo era del 14%, hoy es del 41%, frente al 36% de media de la OCDE. En 1975, los hijos vivían mucho mejor que sus padres, hoy por primera vez en siglos los hijos viven peor que los padres y con unas expectativas de futuro sombrías. Esta es la grandiosa herencia económica de la Transición.
El futuro económico inmediato
“Quiero un Gobierno que no robe y al que le cuadren las cuentas”, dice Rivera. Si esto es verdad, ¿cómo narices vas a formar Gobierno con el PSOE, que lleva robando desde 1982 y al que jamás le cuadraron las cuentas? Realmente grandioso, Albert. ¿Esto te lo ha contado Garicano, que dice que no podemos cumplir el déficit porque el despilfarro autonómico es intocable y que hay que subir impuestos o se te ha ocurrido a ti solito? Y este es el menos malo de la banda de los cuatro que tienen en sus manos el destino de España. Y ahora tratemos de extrapolar lo que sabemos para ver qué puede suceder en el futuro inmediato.
Empecemos por el crecimiento, tan ensalzado por medios y analistas, que ni se molestan en averiguar cómo se construye esta cifra y menos aún en contrastarla con la realidad. La cifra oficial es el 3,2% en 2015, les repito de nuevo cómo se calcula. Primero el BdE, sin dato contable alguno, a puro olfato a gusto del Gobierno de turno, adelanta una cifra estimada. Dos semanas después, el INE cuadra literalmente a martillazos sus cifras, que coinciden, ¡oh casualidad! al milímetro con las del BdE. El año que viene, cuando los datos macroeconómicos se revisen, dará la cifra de crecimiento definitiva de PIB 2015. ¿Y qué ha pasado con los PIB de 2011, 2012 y 2013? Pues que el crecimiento fue entre cuatro y cinco décimas inferior a la estimación oficial, lo que ha venido ocurriendo sistemáticamente desde 2008.
O sea, que dentro de un año nos enteraremos de que el crecimiento de 2015 no fue del 3,2% sino del 2,7 o el 2,8%. Y, entonces, ¿a quién narices le importará ya? Pero aquí y ahora, la cifra estimada parte de la base de que el crecimiento en el 4T fue del 0,8%. ¿Y cómo el crecimiento del 4T va a ser igual que el del 3T cuando se crearon 180.000 puestos de trabajo mientras que en 4T estos se desplomaron a solo 31.000? O ¿cómo es posible que el deflactor del PIB sea del +0,6 si el IPC ha caído un -0,5%? Si utilizamos el IPC para deflactar el PIB pm, el crecimiento no es del 3,2 sino del 2. Y en cuanto a 2016, la previsión que acaba de publicar el BdE es una broma, resulta inaudito que los medios lo comenten como si fuera la Biblia sin que nadie se moleste en contrastar nada, ni en explicar que el BdE nunca ha dado una en sus previsiones excepto sobrevalorarlas.
Para empezar, el crecimiento del T1 no es del 0,7, sino del 0,6; y a nivel año la estimación no es del 2,7%, sino del 1,5 (0,6, 1T; 0,5, 2T; 0,3, T3, y 0,1, 4T), y lo que es peor: casi cero para 2017. Si analizamos los indicadores económicos más significativos, el crecimiento de las ventas en grandes empresas ha caído un 3,9% respecto al 4T de 2015; el crecimiento del consumo de energía eléctrica corregido ha pasado de un +2,5 al -0,7%; el IPI, del 4,2% al 3,2; el crecimiento del consumo aparente de cemento es un tercio inferior; el crecimiento de la matriculación de vehículos de carga es casi la mitad; la negatividad del saldo comercial exterior ha crecido en un 25%, y los indicadores de confianza industrial y del consumidor se han desplomado al -1,9 y al -2,5% respectivamente, o veamos los PMI manufacturero y de servicios, que indican que la tendencia futura va en caída: ¿de dónde sacan los artistas del BdE que el crecimiento ha sido solo una décima menor?
Respecto al déficit de 2015, la cifra dada por Montoro no es que sea falsa, es que es groseramente falsa. Según esta, el déficit de la Seguridad Social es del 1,26% del PIB, o 13.500 millones de euros, sin embargo, y a falta de los datos de diciembre, que ¡oh casualidad! aún no están publicados aunque sí los de enero de 2016, los recursos no financieros han crecido en 2015 un 0,8% mientras que los gastos no financieros lo han hecho al 5,8%. Extrapolando el mes que falta, el déficit es de 20.000 millones, el doble de 2014. Esto significa que el déficit de las AAPP es 6.500 millones superior al que ha dicho Montoro o 0,6 puntos de PIB. Si a esto le sumamos el que Montoro ha dejado los cajones llenos de facturas y las CCAA hasta los armarios, el déficit público real supera el 6% ampliamente. ¡ A ver cuándo Bruselas empieza a comprobar algo para variar!
Y así las cosas, con Rajoy como presidente del Gobierno, un desastre sin paliativos que habiendo tenido todo el poder para cambiar España lo ha empleado para endeudarla y empobrecerla hasta el límite, o con un Sánchez que no podría gestionar ni una tienda de chuches, nuestra ruina está asegurada. ¿Cuándo ocurrirá esto? España necesita en 2016 y siguientes obtener en torno a 250.000 millones de euros anuales en los mercados para renovar deuda y deuda nueva, una cifra que causa vértigo y que sin el blindaje del BCE sería imposible. Que la banda de los cuatro diga que se acabó la austeridad es de traca, ¿nos van a prestar acaso 300.000 millones cada año para gastar lo que nos dé la gana? Por lo tanto, cualquier variación en la percepción del riesgo España en los mercados o que Bruselas exija el recorte inmediato del gasto pondrán punto final a este desastre. Desgraciadamente y mientras tanto, nos freirán a impuestos y completarán la destrucción de la clase media y el hundimiento de las pensiones.