A las seis formas clásicas (puras e impuras) de gobierno dadas por Aristóteles, el Cotarelo de Alejandro Magno, Pablemos ha añadido el Gobierno a la Valenciana, es decir, que ha inventado la paella partidocrática, cuya fórmula se basa, como revelara don Eugenio d’Ors en la tertulia de Cañabate, en que el arroz lo admite todo y no necesita nada.
Pablemos, que cada día tiene más de lechuza abrevando en las alcuzas del fascismo (¡aceite de Estado!), esa sentimentalidad tan nuestra, por mediterránea, se pasea por las teles como el San Vicente Ferrer que describió Gecé y cuyo verbo arrebatador “derrotaba a todos los capitalistas del tiempo haciendo conversiones de judíos a la social democracia cristiana”.
–Valencia vista de veras es archiburguesa, pulcra, amable, oronda, regordeta, feliz.
Esa valencianidad tan Tania, la fallera de Rivas, sería la solución de Pablemos, el Gentile (Giovanni, no Claudio) de Vallecas, a “la crisis de gobernanza de la democracia representativa” que aflige ahora a Felipe González, Gonzalón.
La democracia representativa fue un descubrimiento de Hamilton, el de los billetes de diez dólares que Obama quiere cambiar igual por Jennifer Lopez, que desmiente tener el fondillo asegurado.
Pero si Gonzalón dice que hay crisis de gobernanza en la democracia representativa, siendo Estados Unidos la única democracia representativa que hay, mejor que tocarles la Constitución de 1787, como propone Gonzalón, que a lo mejor no se dejan, será venderles el Gobierno a la Valenciana de Pablemos (Hillary Clinton, Chomsky de Ximo, Angela Davis de Oltra, y de “compromís”, Sean Penn), por lo que urge incluir ese Gobierno a la Valenciana en la Ley de Reconocimiento, Protección y Promoción de las Señas de Identidad del Pueblo Valenciano, de Alberto Fabra.
Pero, al decir “gobernanza”, yo creo que Gonzalón confunde la Casa Blanca con Villa Meona, el chaletón (“casoplón” se decía entonces) de su ministro de Economía e Isabel Preysler.