Al final, en las partidocracias, todos los partidos viven como chulos del Estado. Y a la vieja chulería la juventud de Podemos aporta el folclor zarzuelero de Pablemos, capaz de tocar el organillo con el codo mientras moja pan en el vermú.
Al venir con hambre atrasada, Pablemos empuja con todo, metiendo los riñones, en el caballo estatal, valiéndose de “lo mejor” de los dos monstruos de Estado conocidos: en Madrid, la lucha de clases comunista, con sus purgas más desalmadas, y en Bilbao, la lucha de naciones fascista, con sus sentimentalidades más cursis.
–¡Por una patria inclusiva! – ha gritado la camarada Nagua en el Día de la Patria Vasca.
Lucharán todos juntos, todos juntos en unión, defendiendo la bandera de la Santa Tradición.
La tradición marxiana, desde luego, es vivir de los amigos hasta que se pueda vivir del Estado, cuyo plan de conquista copia (mal) Pablemos de Ramiro Ledesma, porque Errejón, con esas gafas, debe de ser, tomando apuntes, como Canito (104 años va a cumplir) tomando fotos.
–Anda, Canito, que retrataste a Manolete muerto y te salió la foto movida –es la broma que aún le gastan a Canito los toreros en el callejón.
Todo por la patria, pues, es el lema de Pablemos, para quien la patria es el convento, cosa que ya decía Sabino Arana.
–Aquí padecemos muy mucho cuando vemos la firma de un Pérez al pie de unos versos euzkéricos, oímos hablar nuestra lengua a un cochero riojano, o a un liencero pasiego o a un gitano, o cuando al leer la lista de marineros náufragos de Bizcaya tropezamos con un apellido maketo. Los catalanes quisieran que todos los demás españoles hablasen catalán; para nosotros sería la ruina el que los maketos hablasen euskera.
Arana (“De su alma y de su pluma”, 1932) da por sentado que del roce del maketo, “que trae consigo la blasfemia”, con el bizcaíno sólo brotan “irreligiosidad e inmoralidad”.
Mas no sé yo si Pablemos es el “juampedro” con que soñaba Arana para refrescar su raza.